Cientistas políticos y analistas intentan ver más allá de lo evidente con los antecedentes de un proceso presidencial que ha anclado nuevos rostros en la política y que ha sido esquivo en cuanto a los pronósticos de siempre.
El aura de poder e influencia que obtuvo Beatriz Sánchez con su 20% de los votos en las presidenciales recientes se suma al nuevo sistema electoral que dio sus propias sorpresas. La fórmula D´ Hont y la abstención, si bien dejó perplejos a los grandes partidos, inclinó la balanza hacia una tercera fuerza. «Si bien esto no resta mérito a la campaña de Beatriz Sánchez, el apoyo hacia su tendencia habla más de un factor generacional que por lineamientos programáticos al no contar con un explícito programa de gobierno», cree Max Oñate cientista político de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
Adelanta también que los próximos 4 años pueden capitalizarse como «una temporada de cambios entre quienes apoyaron el progresismo del gobierno de Guillier y manifestaron malestar y desacuerdo o establecieron una «huelga legislativa» cuando la centro-izquierda dominante busca profundizar el librecambismo. A la larga, esa imagen explotada durante 4 años, le permitiría a la tercera fuerza ganar el puesto ejecutivo, si se proyecta en ésta lógica de «sacar a los mismos de siempre del poder al que están acostumbrados»… es un discurso atractivo del que pueden sacar provecho», insiste.
En el caso del protagonismo que ha alcanzado José Antonio Kast hacia la derecha más extrema pasa algo similar. Aparentemente nuevo, pero que para Oñate es un gen reconocible, pero distante de la contingencia europea o de EEUU: «No hay posibilidades de un Donald Trump a la chilena que además resulte electo en el circuito presidencial. Si no fuera por Piñera, no tendrían como instalar un mensaje centro-derechista, atípico de la figura tradicional del Opus Dei de la UDI por ejemplo, dado que además Piñera se destaca por ser el candidato derechista, antidictatorial por excelencia. Kast es todo lo contrario, es el marginado de la derecha por resaltar valores superados en el tiempo y sin una propuesta comercial que pudiera eclipsar los aires de exclusión que el promueve.
Por otro lado no se ve a la Nueva Mayoría, la histórica concertación sin Bachelet, levantando cabeza. «Se han quedado sin líderes y sin cartas electorales seguras para después de esta segunda vuelta. Pero el Frente Amplio sin tener caudillos, es el único con propuestas en ese sentido y están en un escenario que pueden usar para proyectarse como los siguientes partidos dominantes en el poder público», anticipa.
Oñate, cree que MEO y la DC derivarán inevitablemente su escasez electoral a la candidatura oficialista, por lo que sucederá el síndrome «Hillary Clinton» sobre Piñera, tanto por sus errores propios -como los que tuvo el FA perdiendo la oportunidad de ganar el ejecutivo- como por combinaciones matemáticas».
El analista político de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la U. San Sebastián, Yamil Musa, pone sus fichas en un eventual triunfo de Piñera y una prevalencia del capital político del Frente Amplio a un alto costo, dada la atomización de su influencia luego de la Primera Vuelta.
«Claramente Beatriz Sánchez tiene un electorado que no tiene un trasvasije directo con el Frente Amplio. Hay una diferencia de prácticamente el doble de la votación en senadores y un cuarto en diputados. Da la impresión que el voto de Sánchez es más bien un voto de renovación en la política que concentrado particularmente en el votante de izquierda dura, ese es un voto más de nicho. Por ende se hace más complejo saber qué pasará con este voto porque al endosar su apoyo a Alejandro Guillier durante la Segunda Vuelta, lo que Sánchez significará es pasar a ser parte del establishment político tradicional», advierte.
La abstención: un fantasma recorre Chile
La politóloga de la UAHC Catalina Barrera, cree que la ausencia de votantes volverá a ser tema estadístico y una incómoda tendencia que, desde el debut del voto voluntario el año 2013, no logra superar barreras exiguas de participación del orden del 49%.
Barrera plantea que es difícil proyectar un mayor nivel de participación, si se toma en cuenta las facilidades con que contó el votante ausente este año. Hasta metro gratis hubo y la cadena Starbucks regalaba su café a los más responsables.
«Durante la Segunda Vuelta podríamos seguir observando altos niveles de abstención electoral. Sin embargo eventualmente podría darse una cifra de participación parecida a la del balotaje del 2013 que alcanzó un 58%, superando la primera vuelta, incluso, y que fue un proceso evidentemente decisor», cree la cientista política.
«En el fondo, estas cifras dan cuenta de una sociedad civil desafectada, poco interesada en hacer uso efectivo y legítimo de su derecho ciudadano. Esto, ciertamente es gatillado por una clase política poco atractiva para el denominado «voto blando» y el «voto indeciso», el cual podría, de proponérselo, revertir este fenómeno y definir el proceso electoral otorgándole, de paso, mayores niveles de legitimidad», agrega.