Dr. Patricio Silva Rojas, decano de la Facultad de Salud U. Central
El reimpulso del proyecto de ley Eutanasia por parte del diputado del Partido Liberal, Vlado Mirosevic, y que generó apoyo en diferentes sectores del Parlamento, puso nuevamente este importante problema social en la agenda pública. Recordemos que el intento anterior fue liderado por el parlamentario Guido Girardi, quien presentó la iniciativa en 2006, la cual se volvió a reeditar en 2015, ocasión en que el proyecto fue rechazado.
El debate resurgió luego de que, en febrero de este año, se hiciera pública la petición de Eutanasia de Paula Díaz, una joven aquejada por una enfermedad cuyo diagnóstico aún no se ha podido establecer y que le produce enormes dolores.
Lo cierto es que la discusión sobre la eutanasia ha estado presente desde los albores de la humanidad. Ya los griegos antiguos la describían como "muerte dulce", siendo practicada en las antiguas Grecia y Roma.
La eutanasia activa ha sido motivo de álgida discusión en muchos países y sociedades. Así, el Comité selecto de Ética médica de la Cámara de los Lores británica define la eutanasia como «una intervención deliberada emprendida con la intención expresa de poner fin a una vida, para aliviar el sufrimiento intratable»; mientras que en los Países Bajos y en Bélgica es entendida como «la terminación de la vida por un médico a petición de un paciente». En tanto, la ley holandesa no usa el término eutanasia, sino que «suicidio asistido y finalización de la vida a petición». En Colombia se habla de homicidio por piedad, que «es la acción de quien obra por la motivación específica de poner fin a los intensos sufrimientos de otro». Los diferentes términos utilizados dan cuenta de su complejidad e intentos de adecuación a culturas particulares.
El actual proyecto de ley de Eutanasia plantea que "toda persona tiene derecho a una muerte digna que incluya la libertad para determinar las terapias a las que desea ser sometido ante la proximidad de su muerte, el derecho a no padecer males o dolores innecesarios y a evitar la prolongación artificial de su vida". En definitiva, apunta a situaciones excepcionales extremas, donde los cuidados paliativos no son suficientes para evitar una muerte dolorosa y traumática que puede tardar en llegar, prolongando el tremendo impacto a la salud mental y social de familiares y amigos.
Así, la eutanasia, en todos los casos, supone la petición del propio paciente para que se acorte su vida o le ayuden al suicidio asistido, debido al sufrimiento que implica el proceso de muerte o enfermedad. De esta manera, el médico ayuda a un buen morir, sin dolor, en situaciones excepcionales.
En sociedades como la chilena, de fuerte raigambre judeo-cristiana, la discusión sobre la eutanasia es especialmente compleja. Al igual que lo que sucedió en los procesos de aprobación de las leyes del divorcio y del aborto en tres causales, existe una alarma de ciertos sectores por una eventual aplicación excesiva de la posible nueva normativa. No obstante, es relevante entender que el proyecto de ley hace referencia a situaciones límites, respaldadas por el equipo de salud a cargo, donde el paciente se encuentra expuesto a un enorme padecimiento.
Cuando el sufrimiento se vuelve insoportable, sin duda que el morir dignamente se convierte en un derecho básico. Se trata de la libertad del ser humano, ante enfermedades terminales o de extremo dolor, de decidir sobre una muerte digna, contando con asistencia adecuada, luego de un proceso de deliberación médica para cada caso y acompañado por sus seres queridos.