Era de la represión de lo masculino

Miércoles, 13 de junio de 2018 a las 00:02
Médico de la Universidad de Chile. Especializado en psiquiatría. Es evidente que los sexos, el hombre y la mujer no son iguales, y la diferencia esencial está en que la nuestra es una especie de condición reproductiva llamada dimórfica. En la que cada uno se especializa en una dimensión diferente de la reproducción, y de ahí derivan cambios a nivel: genético, biológico, nervioso, psicológico, ideacional, conductual y social. Hasta tal punto son distintos, el hombre y la mujer, que la teoría de los Derechos Humanos, que da, promueve, o sugiere iguales necesidades, para la realización en la vida, de los dos sexos, podría ser cuestionada. En vista de que, si son tan distintos deberían tener derechos distintos, en todo aquello que se deriva, de forma muy variada y compleja, de sus diferencias sexuales reproductivas. Ya se sabe las licencias postnatales, los menores sueldos y jubilaciones, los temores y un largo etc. Actualmente hay un frenesí de cambios en favor de la igualdad. Se suponen ciertas fuentes de referencias históricas significativas en hechos como son la Revolución Industrial y la Revolución Francesa, en un caso para lo que es desarrollo técnico e intervención y control sobre los factores mecánicos de la naturaleza en el primer caso y, como fuente valórica en el segundo.   Previo a eso la comunidad humana había tenido un modo de funcionamiento, en el que lo masculino y lo femenino era determinado por sus funciones sociales. En que la vida de la mujer giraba en torno a su maternidad, y el hombre que tiene mucho menor participación (costo en trabajo) en la reproducción, giraba en torno a poder inseminar y después tener control sobre la necesidad sexual que significa su rol de eyacular, permanentemente, pero sin la carga de: gestar, parir, amamantar y criar, en esto que se llama el vínculo simbiótico que los mamíferos tienen y, que es ineludible en las hembras mamíferas. De manera que el núcleo en el que se desenvolvía la mujer, era el núcleo de la crianza con todas sus extensiones (endofamiliar). Y el hombre se desenvolvía, y se desenvuelve en gran medida todavía en otro, el exofamiliar, en el cual queda en libertad respecto a la actividad reproductiva mayor, y puede así inventar su vida en otra forma de relación con el mundo. Y que fue lo que le permitió, a este sujeto masculino realizar gran parte de la cultura simbólica elaborada, la ética, la técnica y tecnología, el conocimiento científico, todo lo cual se le hace asequible porque invierte su vida de otra manera (no se fecunda, no gesta, no pare, no amamanta, casi no cría). Sin embargo, el fruto de eso por su propio instinto sexual reproductivo -que lo obliga a encontrar sentido a la existencia en el amor reproductivo generalmente-, todo este fruto masculino, termina perteneciendo a la especie y no al sexo masculino. Entonces la referencia de Revolución Industrial y la Revolución Francesa, marcan el punto donde el resultado de esa actividad masculina, hace que esta división de funciones determinada por lo reproductivo, que había configurado lo femenino y lo masculino, en estos dos núcleos intrafamiliar y extrafamiliar, ya no fuera necesaria; ya que esa inventiva esencialmente masculina consiguió, que la relación con el mundo, mecánico material del hacer, no exigiera la fortaleza típica del hombre, fortaleza física. Además, fundamental, también esa inventiva logró manejar la fertilidad hasta un punto en que libero a la mujer del funcionamiento reproductivo permanente, al que había estado atada durante todo el periodo anterior. Y sin la cual no existiríamos como seres humanos, nos hubiéramos extinguido posiblemente. De ahí para adelante, las condiciones de la relación con la naturaleza de los seres humanos, fueron permitiendo el acceso de la mujer al núcleo creado por el hombre. Y es ahí donde la mujer con su sexualidad distinta, que tiene su modo de ver el mundo se dirige a estos círculos del trabajo, del conocimiento, de la técnica, de lo militar, o lo que sea, dándole una impronta que es propia de su “mujeridad” digamos. Con sus propias aspiraciones, sus propios temores y sus ambiciones. De manera que la llegada de la mujer a la dimensión masculina de la especie humana, al liberase de algunas de las presiones biológicas, propias de su sexualidad, crean todos estos cambios en contra de lo esencial masculino que son: la agresividad y el impulso sexual más fuerte y activo; y otros elementos más destacables pero, nombro estas características como íconos que permiten comprender con mayor claridad el tema. Toda la gran ola de activismo, actual de tipo ”hembrista”, -que no lo voy a llamar feminista porque es lo más instintivo de lo femenino, similar a lo que es el “machismo” que sería lo más instintivo de lo masculino-, hoy día se instala con las características de la sexualidad de la mujer, de su particular forma de ser persona. Especialmente importante y determinante tal vez, es que esto coincide con la explosión de las redes sociales, en la que el mundo entero actúa como masa o multitud en una cascara de nuez. La que tiene características psicológicas y conductuales diferentes al individuo. Estas características son: impulsividad, emocionalidad, cambios bruscos de conducta, intensidad en las reacciones, variabilidad, irracionalidad, idealización, euforia, furia etc. Esencialmente manifestaciones de fuerza y potencia, pero no de prolijidad, orden, precisión, coordinación armónica, y otras, que son aspectos de la realidad que tienen mucha importancia, dentro del conjunto de características que tienen el comportamiento humano. Toda esta etapa que he delineado, podría llamarse un periodo del desarrollo humano, en una mirada larga no contingente, la “Era de la represión de lo masculino”. Por eso las leyes de la igualdad, contra la violación, contra la pedofilia, contra el acoso sexual, las leyes de paridad, todas están destinadas finalmente a poner bajo control a la sexualidad del macho humano, que es la que por sus características es la que está más expuesta a estas conductas. Estas conductas que se están criminalizando mayormente, y que se entran a criminalizar más, son aquellas en las cuales puede caer más el sujeto masculino, así lo muestran los estudios de manera absoluta y general. Por si no fuera suficiente la observación de la mayoría en la vida diaria.   Hay que considerar, también, de que esta nueva causa, hembrista, no tiene solo virtudes como toda causa humana, además posee los defectos característicos del humano: injusticias, abusos, ingenuidades, inercia, pretensiones de poder, imposibles, en medida que las exigencias del hembrismo que se plantea nacen de bloqueos de pensamientos equilibrados y racionales, como suele ocurrir cuando se trata de movimientos de masas intensos y parciales, de interés de sectores de la comunidad finalmente; que redunda en el total, ciertamente. Pienso que en lo real se van a producir cambios, especialmente entre las nuevas generaciones, que no van a ir a contradecir las grandes diferencias que existen entre lo masculino y lo femenino, ni los verdaderos derechos que estos dos géneros sexuales tienen. No porque haya una intensión de que se quiera mantener una situación injusta, sino porque los cambios tienen que ir en un sentido capaz de ser sustentados en la vida biológica y cultural que tenemos, y que somos. Y será en su momento el mismo sujeto masculino el que sabrá reaccionar sabiendo resistirse a los cambios que no tengan los fundamentos que él pueda respaldar desde su condición masculina verdadera. Y también por el propio sentido de justicia que tiene el sujeto femenino. La masculinidad que se está reprimiendo en este momento, va a demorarse en reaccionar, quizás, pero va a reaccionar de una manera correcta. Jugando la nueva función emergente que le corresponda y también, negándose a aquello que va a ser no sustentable. En nombre de la sociedad completa obviamente. De la misma forma que el movimiento hembrista con sus aspectos positivos feministas, también lo hacen en este momento en nombre de la sociedad entera.
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