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Un terremoto grado 8 podría surgir en tierras chilenas durante este año, luego de darse a conocer una investigación realizada por el geólogo Marcos Moreno Switt, quien estudia la relación entre la sismicidad y la deformación de la superficie terrestre para identificar áreas bloqueadas de las placas tectónicas y que acumulan energía suficiente para producir un gran terremoto.
Según explicaron desde la Universidad de Concepción, "la combinación de datos de GPS con microsismicidad proporciona una mayor precisión para definir el contorno de esas áreas y entender sus variaciones en el tiempo, lo que contribuye a comprender mejor el proceso de acumulación y liberación de energía sísmica".
El doctor en geodesia y académico del Departamento de Geofísica de dicha universidad, la hipótesis se basa en "observaciones logradas con estaciones GPS y sísmicas y con modelos numéricos". Agregó que, "específicamente se ha localizado con precisión dos zonas del contacto más superficial entre las placas tectónicas de Nazca y Sudamericana, frente a Valparaíso, que tienen un comportamiento mecánico que indica que están bloqueadas, es decir, están acumulando energía para un futuro sismo. Y según datos históricos, estas zonas no han sido afectadas por un gran terremoto desde el 8 de julio de 1730".
Pero ahora Moreno y sus colaboradores han integrado la sismicidad en el estudio, lo que permite determinar zonas trabadas de manera independiente a los datos de GPS.
Esto ya fue observado en la distribución de sismicidad ocurrida antes del terremoto de Iquique de 2014 (8,2 Mw). En esa ocasión se identificó sismos pequeños que rodeaban el área que posteriormente se desbloqueó y que liberó la energía durante el terremoto, formando una media luna alrededor del lado Este y más profundo de la zona bloqueada.
Con estos antecedentes, el equipo de profesionales determinó que en el caso de Valparaíso se está produciendo esta microsismicidad desde 2014 también en forma de medialunas al lado Este y profundo de ambas zonas bloqueadas, entre las que se incluyen los llamados enjambres sísmicos y el sismo 6,9 de abril de 2017.
“Cuando una aspereza entre placas está bloqueada, acumula energía elástica que será liberada en un gran terremoto. Producto de la constante presión debido a la subducción -que no se detiene nunca-, las zonas más profundas que rodean la aspereza comienzan a torcerse produciendo sismicidad continua”, explica el geólogo. “Sismicidad que además nos ayuda a observar mejor la forma y tamaño de la zona bloqueada y, por lo tanto, estimar mejor de qué magnitud podría ser el terremoto; en definitiva, definimos mejor el riesgo sísmico de la zona”, destaca Marcos Moreno.
Además, otros trabajos de este grupo de científicos sugieren que los esfuerzos y la acumulación de energía sísmica pueden aumentar después de un terremoto en áreas adyacentes que no fueron afectadas, como es el caso de las áreas sur y norte de los terremotos de 2010 (8,8) y de 2015 de Illapel (8,3), respectivamente. “Por lo que ambos terremotos pueden haber incrementado el potencial sísmico en la zona central de Chile”, explicó Moreno.
De esta manera, el escenario más negativo es que se podría repetir un evento similar al de 1730 si se rompen juntas ambas zonas trabadas, pero si se destraba sólo uno de los dos segmentos bloqueados se podría generar un sismo similar al de Illapel, pero con alto riesgo de producir un tsunami por su ubicación superficial”, explicó el geólogo que está desarrollando el estudio financiado por FONDECYT “Investigando la retroalimentación entre los terremotos de megathrust y la falla de la placa continental: consecuencias por peligro sísmico en el Chile Metropolitano”.