Por Ignacio Alfredo Cabrera Aguilera, Kinesiólogo e Investigador Predoctoral en Biofísica y Bioingenería del departamento de Biomedicina de la Universidad de Barcelona, España.
En las últimas semanas sucedió algo paradójico: en el mismo periodo de tiempo donde el Estado de Chile violaba los derechos humanos por las legítimas manifestaciones que persiguen una vida más digna y justa para todos, ocurría la emergencia oftalmológica más grande de la última década.
Paralelamente, el gobierno anunciaba nuevas y mejores condiciones para las prestaciones de rehabilitación en personas con diversidad funcional (discapacidad). Este hecho, se puede interpretar como un gesto de justicia o una forma de reparación para todas aquellas personas que fueron y están siendo mutiladas por las indiscriminadas prácticas de violencia policial y la ausencia histórica de políticas públicas integrales-transversales en nuestra agenda nacional.
Hay que recordar que, en América Latina, el apogeo de la rehabilitación llega en 1940-1950 de la mano de las guerras mundiales y la epidemia de la poliomielitis, donde llegamos a concientizar la necesidad pública de “devolver” la dignidad a un grupo de personas a las que se les debía corregir o restaurar su “normalidad-funcional” producto de las secuelas musculoesqueléticas de aquellas enfermedades discapacitantes.
En este contexto, comienzan a desarrollarse disciplinas y profesiones con distintas orientaciones de salud-rehabilitación, que, de la mano de las ciencias y con el indiscutible apoyo de las instituciones y empresas, han ido reproduciendo de manera cíclica un modelo de mercado en rehabilitación, creando constantemente nuevas estrategias de comercialización, pavimentando lentamente una forma de hacer rehabilitación hacia una perspectiva individual con una visión normalizadora.
En la actualidad, estas formas de abarcamiento disciplinar tienen un gran aliado, están fuertemente apoyadas por un nuevo comercio académico-universitario, que como lo advertía Boaventura de Sousa Santos – Cuando los neoliberales llegan al poder, uno de los blancos principales es la universidad pública, no quieren que se produzca un conocimiento libre, crítico, independiente y plural. La universidad puede ser un campo donde realmente se puede pensar como articular la resistencia y por eso es un blanco del neoliberalismo-.
Dichas alianzas académico-disciplinares-institucionales desarrollan formas de comercios a través de organismos capacitadores que son generalmente administrados de manera privada por un grupo reducido de académicos que gozan del prestigio de la universidad, con lo cual, principalmente, hacen crecer sus arcas económicas, precarizando a la mayoría de trabajadores posibles, bajo subcontrataciones o externalización de servicios, los cuales ellos mismos “capacitan” a “precios justos”.
Indudablemente, parte del marketing de estas formas de comercialización del saber, actualmente semi-obligatorias en diferentes áreas y disciplinas, está relacionado con la promesa de ser un mejor profesional, más competente, actualizado y eficiente, lo que acentúa la relación de poder del tratante con el paciente, reforzada por la adquisición de nuevo y “mejor” conocimiento, y con ello, sigue perpetuando una lógica de la rehabilitación individual y jerárquica.
Pero volvamos a la pregunta ¿quién rehabilitará a Gustavo Gatica?, reflexionemos: ¿cuál es la mejor rehabilitación para Gustavo? ¿Necesita Gustavo un “experto” en rehabilitación visual? O necesita, ¿una nueva mirada colectiva, comunitaria y profesional?
Y es que, lamentablemente, incluso el modelo de rehabilitación basada en la comunidad, inserto en el modelo integral de salud familiar, propuesto por el propio Estado de Chile, hay muchas instituciones que acaban individualizando totalmente la rehabilitación. Lo “comunitario”, se mimetiza y confunde con la idea de tener un espacio físico, que, esta vez sin la separación de un biombo, o sin los delantales blancos, parece más grupal y humano, pero ¿entendemos realmente lo que necesita Gustavo?, o ¿sólo reproducimos una idea reaccionaria de tratar de manera individual el cuerpo defectuoso? Creo que es tiempo de salir de esta idea y no repetirla, porque en ella se esconde y reproduce el mandato neoliberal de una economía corporal, en la cual, los cuerpos siguen siendo rentables en términos numéricos y gananciales, en donde se deben cumplir indicadores de atenciones por hora como estándares de calidad-efectividad, lo que acaba por afectar, sin parecerlo, a la salud de la persona/usuario y la del rehabilitador. Así, seguiremos desarrollando nuestras disciplinas en términos del mercado de la salud por sobre el bienestar global.
¿Será el momento de intentar dar un giro y también estudiar los movimientos del mercado o las ideologías que controlan nuestras disciplinas? ¿Será esta una oportunidad para cuestionar radicalmente las estrategias neoliberales en el ámbito de la salud y la rehabilitación?
Estudiar los movimientos del mercado tanto como los movimientos corporales nos permitirá acceder a la producción de conocimiento libre, independiente, pluralista y crítico que menciona Sousa, y esto a su vez, nos entregará aquellas gafas con las cuales podamos observar que los movimientos del mercado son mucho más “anormales” que cualquier valor de medida de dispersión estadística, y que, sin parecerlo, se manejan siempre por fuera del rango de movimiento esperado, con esto logran ser mucho más lesivos que rehabilitadores, y consiguen instaurarse como idóneos para el progreso y la mejora de la salud de las personas, siendo todo lo contrario, movimientos que enferman y discapacitan.
En Chile nos quieren ciegos, y las movilizaciones han dejado a más de 300 personas con daños oculares y en situación de discapacidad, varias viviendo sus duelos en el mas paupérrimo de los anonimatos regionales. Para todas estas personas, como para Gustavo, existe una prestación de salud asociada a la rehabilitación y entrenamiento de los y las personas ciegas. El código Fonasa 0601023 es exclusivo para terapeutas ocupacionales y kinesiólogos, quienes probablemente serán quienes recibirán a Gustavo, bajo el mandato de lograr: “Entrenar a la persona en áreas de su desempeño ocupacional, actividades diarias e instrumentales de su vida cotidiana, apoyo para la inclusión social, laboral, escolar. Manejo del desplazamiento en el hogar y el entorno”.
Pero, insistimos: ¿Estamos preparados para recibir a Gustavo? ¿Será este momento social que vive Chile una oportunidad para cuestionar nuestras prácticas profesionales y personales? O ¿sólo será un nuevo insumo para la creación de “nuevos”, “innovadores” y “avanzados” centros de rehabilitación?
Ante esta incertidumbre, quiero recuperarlas palabras del profesor, Klgo. Ignacio Quinteros de la Universidad de Concepción acerca del rol auténticamente social de la kinesiología: “Compartir y colaborar ¿Por qué no en otras áreas?”.
La invitación del profesor Ignacio Quinteros es a rescatar el rol auténticamente social de nuestra profesión, para no entregar toda la energía a lo biomédico y enfatizar lo que para él es transversal: “la relación kinésica/proxémica en el compartir desde la emoción, la escucha y la empatía para acompañar al otro en sus aflicciones tanto funcionales, como emocionales, temporales o persistentes”.
La invitación de Gustavo es a no desistir la lucha social, y para nosotros no desistir en nuestras luchas disciplinares y sociales. A complejizar las atenciones de salud bajo una ética del cuidado corporal, resistir desde nuestras trincheras y también desde las universidades.
Con esto, es indudable que nuestras disciplinas de la salud también necesitan rehabilitarse, o al menos re-pensar sus propios movimientos sociohistóricos, ya que reproducimos el mercado de la salud y lo corporal creyendo no hacerlo, creyendo tener un rol social inherente a nuestro título profesional, creyendo no estar insertos en el sistema neoliberal, seducidos por los indicadores que terminan tarde o temprano, enfermando tanto al usuario como al rehabilitador, porque, en el fondo, también somos otra variable para el indicador y otro cliente para el modelo.
La reflexión final, es a re-pensar desde nuestra propia kinesiología, desde el origen de su palabra, sin que el acompañamiento “humana” se reduzca a lo biológico-biomédico de los músculos, huesos, órganos y neuronas del cuerpo, sino también a lo que nuestras corporeidades hacen, piensan, sienten y desean. Por eso, quedémonos con las palabras de Judith Butler para pensar en que esta nueva kinesiología se mueva en un doble sentido de la palabra: “como movimiento del cuerpo y como movimiento político”.