Ignacio Pinto Davison. Estudiante Ingeniería Comercial. Finis Terrae
Si con el estallido social de octubre, el modelo socioeconómico neoliberal ya mostraba su frágil validación ante la sociedad y sus componentes, siendo deslegitimado por un franco cuestionamiento a la profundización de la desigualdad; al abuso sistemático y consciente de conglomerados económicos, nacidos en dictadura y perpetuados en democracia; a la predominante división de dos “CHILES”, entre privilegiados y excluidos, convirtiéndose como punto neurálgico Plaza Dignidad, rebautizada así por el clamor popular, icono de una barrera social que divide nuestra nación.
Sin duda, que el modelo quedó en entredicho tras el enfado generalizado de la población, por estas razones y otras que podría seguir enumerando. Sin embargo, al sistema neoliberal solo le salieron rasmilladuras, manteniéndose aún en pie. El gobierno de Sebastián Piñera, a pesar de estar en varios momentos contra las cuerdas debido a la tensión política e institucional, logró sortear una crisis social de envergaduras incalculables y zafar de su responsabilidad en la mutilación de cientos de chilenos, demostrando la impunidad en la violación de los derechos humanos, transformándose en un mero espectador y administrador del Estado.
De todos modos, la tensión política se encausó en una salida progresiva y pactada mediante la institucionalidad heredada por el golpe militar. El eslogan de la nueva constitución y la liberación de la participación de la sociedad le dio un respiro al neoliberalismo. Pero nadie esperaba que una crisis sanitaria, que ha durado ya más de un año, traería consigo repercusiones económicas y sociales, y que comenzaría por desmantelar el experimento neoliberal impuesto por los Chicagos Boys y su hijo ilustre Joaquín Lavín.
Primero, ese Chile dividido en dos, se tuvo que unificar en un sistema sanitario, creando un sistema centralizado de camas UCI entre privados y el sector público. No obstante, esto no fue lo que conllevó a que el modelo comenzara a sangrar, sino que fueron los pilares del sistema los que se vieron afectados, fueron los retiros de las AFP, los que, en cada retiro, apuñalaron al sistema para que se desangre sobre sus propios principios. Ya era poco comprensible escuchar a la derecha ortodoxa y defensora del libre mercado, intensificar sus argumentos a favor de un aporte estatal para la superación de la crisis económica y la complicada situación que implica las cuarentenas, defendiendo así un rol del Estado más preponderante en medio de la crisis. Es esta contradicción lo que llevó a el gobierno y a su séquito; a perder la hoja de ruta en la resolución de la crisis. Defender las AFP o defender los principios neoliberales, fue su primera disputa interna. Por esto, con la intención de darle un RCP al neoliberalismo y perpetuar el sistema privado, confiaron ciegamente en que el Tribunal Constitucional fuera quien defendiera el modelo, sin embargo, ni siquiera la institucionalidad creada por Jaime Guzmán logró evitar que el modelo se desangre.
En definitiva, el retiro de las AFP significó que la crisis económica fuera costeada por cada individuo, retirando sus ahorros previsionales para invertirlos hoy en día. Si bien la lógica descansa en los principios neoliberales y Von Hayek estaría orgulloso de cómo se ha sorteado esta crisis, no obstante, estas rasgaduras al sistema corresponden a su camino de servidumbre que transita el modelo económico actual, propiciado por supuesto; por sí mismo.
Es el tercer retiro, la herida que más sangre, salpicará sobre el patio de los naranjos en La Moneda, es gracias a la resolución del Tribunal Constitucional, que sin duda demostró su rol político y no jurídico, el que abrió el cerrojo y dejó la puerta abierta para un cuarto, quinto y posiblemente para muchos más retiros en el futuro, llevando al neoliberalismo, inevitablemente, a su propia liquidación desfinanciando así el sistema de ahorro de privado, y desplazándolo como un único sistema de pensiones. El desfinanciamiento de los entes privados y de las cuentas individuales, impedirá que los negocios de pocos sean financiados por muchos, obligando así a una reforma en las pensiones futuras, donde el Estado ya no será un mero espectador en la danza de los privados, sino que adquiriendo un rol protagónico en la pensión de todos los chilenos.
Es el inicio del fin, es el desmantelamiento del modelo neoliberal, mantelado por los enclaves autoritarios, esta vez sin un candado, será el mismo sistema y su lógica, la que terminará por sepultarlo.