Esta jornada se informará el resultado de la indagación solicitada por la Compañía de Jesús.
Este sábado será un día clave para el caso contra el cura jesuita Felipe Berríos, ya que hoy expira el plazo que tiene la abogada María Elena Santibáñez para entregar su informe con el resultado de la investigación previa respecto a las denuncias por «hechos de connotación sexual».
Recordemos que el pasado 29 de abril, una mujer adulta denunció ante la Compañía de Jesús haber sido víctima del religioso cuando era menor de edad, por lo que se encargó a Santibáñez -académica de Derecho de la Universidad Católica- aclarar este caso para posteriormente enviar los antecedentes al Vaticano. A fines de mayo, Berríos se «autodenunció» ante la Fiscalía y aseguró ser inocente, pero luego salieron a la luz nuevas acusaciones.
Según reportó el medio Ex-Ante, en sus tres meses de trabajo la abogada recogió testimonios de «al menos otras dos mujeres» que afirman ser víctimas del cura y que no se han dirigido a la Fiscalía «por temor a verse expuestas».
Ahora, La Tercera reveló fragmentos de la primera denuncia que la realizó una mujer que actualmente tiene 32 años, es profesional y sostiene que gracias a terapias sicológicas ha podido «desbloquear» episodios de abuso ocurridos en su infancia y adolescencia.
La denuncia contra Felipe Berríos
La mujer cuenta que en 1996, cuando ella tenía 7 años, «Felipe se volvió muy cercano a toda mi familia, convirtiéndose en el confesor y guía espiritual de mis abuelos, mi mamá y otra tía, quienes lo consideran un gran amigo«.
En 2004, cuando ella tenía 14 años, su madre la llevó a la oficina del jesuita en Infocap para que la ayudara con la angustia que sentía tras haber tenido relaciones sexuales con su pololo.
El citado medio expuso que «Berríos le explicó que debía calmarse, porque lo que le describía no era un acto sexual como tal y que no había perdido la virginidad como creía. Junto con esto le aconsejó que tomara un espejo y observara sus partes íntimas, y le señaló que él no entendía que las mujeres no conocieran su propia anatomía».
La denunciante relató: «Felipe comenzó a hacerme cariño en la rodilla mientras la conversación derivó en mi inconformidad con mi cuerpo, en lo insegura que me sentía frente al mismo. En un momento me pidió que me pusiera de pie. Él siguió sentado en su silla y empezó a realizar tocaciones con sus dos manos en mis brazos, abdomen, muslos y glúteos, en virtud de su posición de poder y la vulnerabilidad en la que yo me encontraba. Me hizo darme vuelta mientras seguía pasando sus manos y diciéndome: ‘Pero si estás súper bien’. Luego me dio una palmada en los glúteos y me volví a sentar. Al final del encuentro, el denunciado me absolvió de mis pecados, como se hace en una confesión católica«.
Tras una intensa terapia psicológica realizada en mayo de 2021, la mujer recordó los abusos ocurridos en la sacristía del Colegio San Ignacio El Bosque, cuando era una niña.
«Comienzo a sentir como si tuviera su vello púbico en mi cara (…) veo imágenes de sus piernas desnudas, me veo sentada al lado de él, sobre una cama o sillón, yo chica, a los siete u ocho años (…) A pesar de que las imágenes del abuso cuando niña, a mis siete u ocho años, se muestran inconexas, sueltas, como imágenes aisladas, tengo la certeza de que Felipe Berríos abusó de mí en esa época«, expuso.
«A pesar de esta paz emocional que me ha traído (el recuerdo de lo sucedido), me encuentro intranquila con lo que he descubierto, siento que tengo la responsabilidad de alertar a quienes corresponda, de manera de evitar que situaciones como las que viví puedan seguirse repitiendo, de modo de evitar sufrimiento en aquellas personas que puedan estar en contacto con Felipe Berríos. Me siento incómoda y cómplice guardando silencio, sabiendo que mi testimonio pudiese ayudar a otras mujeres que pudiesen haber vivido algo parecido o estar viviéndolo en la actualidad, sobre todo porque tengo la impresión de que el comportamiento abusivo del sacerdote es un ‘secreto a voces’«, cerró.