El conflicto entre Rosario Bravo y Daniel Fuenzalida ha escalado, revelando que la deuda que el animador mantiene con la enfermera es mayor a la inicialmente estimada. Este cahuín de nunca acabar, que se remonta a la disputa por el podcast "¿Cómo están los weones?", sumó un nuevo y polémico antecedente en el programa Que te lo digo.
La propia Rosario Bravo, en una entrevista con Primer Plano, confirmó que la deuda asciende a 65 millones de pesos. Este monto, según su versión, corresponde a los contratos con auspiciadores que el programa tenía antes de su abrupto término. La enfermera sostiene que el quiebre se produjo luego de que Daniel Fuenzalida registrara el nombre del podcast sin su consentimiento, lo que derivó en la cancelación de los acuerdos comerciales y la pérdida de esos ingresos.
El panel de Que te lo digo, sin embargo, se desvió del tema para analizar un duro mensaje que Sergio Rojas recibió de una expareja del actual rostro de TVN. "Una ex de Daniel me dice textual: 'esta huevona se obsesionó con Daniel desde el minuto uno. ¿O encuentras normal que le escribiera a las 3 o a las 5 de la mañana?'", leyó el periodista. El mensaje, recibido por WhatsApp, calificó a Bravo como "una mosca muerta" y aseguró "la detesto".
Daniel Fuenzalida y un apodo que hace ruido
Ante la revelación, Carla Ballero se mostró escéptica, planteando que la situación podría no ser tan simple. "¿Y no será que Daniel le decía esas cosas a la polola y no era real?", cuestionó. Luis Sandoval respaldó esta posibilidad, recordando que Daniel Fuenzalida siempre ha dicho que se acuesta tarde. Sin embargo, Rojas defendió la autenticidad del mensaje, relatando que la expareja de Fuenzalida habría visto los mensajes de Rosario en el teléfono del animador mientras dormían.
A pesar de las especulaciones sobre la supuesta obsesión de Rosario Bravo, Carla Ballero mantuvo su posición de respaldo a la enfermera. “Yo conozco a ese matrimonio (entre Rosario y Carlos Caorsi) y yo les creo tanto ese amor que tienen", comentó. El nuevo antecedente introduce un elemento personal en la disputa legal y financiera, complicando aún más un conflicto que parece estar lejos de terminar.
