Médico. Avelino Jiménez Domínguez Hace un par de semanas El Senado aprobó el cambio registral para transexuales adultos y para jóvenes desde los 14 años con consentimiento de los padres, en medio de variadas interrogantes, pasiones, confusiones, luchas de poder e inercias; versión de lo que ocurre en el mundo desde hace algunas décadas. Y a veces ocurre, como versa el dicho: los árboles no dejan ver el bosque. La Transexualidad está clasificada como Trastorno en la Identidad de Género en el Sistema de Clasificación de Enfermedades (CIE-10) de la OMS, 1993, a la que chile está adscrito y, en el último Manual Diagnóstico y Estadístico de Enfermedades Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría DSM-5, del 2013, aparece como Disforia de Género, lo que podría considerarse un eufemismo. Una revisión de lo que se dice sobre el transexualismo da a entender que hay fuertes y decididas pugnas por hacer predominar sus creencias y visiones entre líderes políticos, organizaciones médicas y de salud mental, como de profesionales que trabajan con personas trans, organizaciones de afectados por situaciones de esta índole, y la población que participa espontáneamente u organizadamente en ello.
¿Es enfermedad?
Cada uno puede formarse una opinión, ya sea más o menos informadamente. La ciencia no se ha podido poner de acuerdo en sus propios términos. Lo que es muy difícil, en varios casos , cuando se discute sobre una condición que se tiene bajo el paragua de la salud mental, debido a que respecto a la psiquiatría, piscología y otras profesiones ad-hoc no hay consenso que tengan pleno desenvolvimiento o reconocimiento científico: no se puede por su naturaleza. Por sentido, común probablemente el transexualismo ha existido siempre, aunque en baja presentación, lo que es también difícil medir, hay estimaciones de 5 a 10 por 100 mil. Que además podrían ser cifras subestimadas porque el maltrato y la confusión de la misma persona hacen que se oculte a las encuestas. Tampoco existe una explicación conocida, de cómo se produce. Como no la hay para la homosexualidad masculina y femenina, el bisexualismo y otras personas o grupos que no se consideran a sí mismo de una identidad sexual que calce dentro de la polaridad antitética masculina femenina. En la sexualidad, hay factores genéticos de partida, etapas de desarrollo morfológicas y anatómicas, de maduración que dependen de juegos hormonales en distintos periodos, prenatales como posnatales, y luego factores culturales, educacionales y sociales. En cualquiera de ellos, en algún momento el devenir de la identidad sexual puede tomar caminos propios, en una suposición de una sana lógica. ¿Pero todos los caminos que tome la naturaleza son normales o en este caso son enfermedades? El capítulo de qué es normal en salud mental es otro laberinto, donde muchas veces se cae en contradicciones y se define en última instancia por el caso a caso, y por la percepción del propio afectado. Por otra parte, si en el transexualismo, puede haber falta de concordancia o discrepancia anatomo fisiológica con lo psicosocial (o psicoemocional) en una misma persona: cuerpo de hombre y sentirse mujer o cuerpo de mujer y sentirse hombre, por razones de su condición o por la descalificación social, está dado el terreno para la polémica de si es no una enfermedad. La circularidad de la sexualidad que puede estar detrás de la condición Transexual y de otras, como de los heterosexuales mismos, se aprecia con singular claridad y belleza en las hormonas que definen al hombre y la mujer, que es realmente una sola hormona, por así decirlo. Lo único que cuando cambia algún radical en su estructura molecular pasa a ser o andrógeno hormona masculina o, estrógeno o progesterona hormonas femeninas, con toda la variedad a que puede llevar las combinaciones posibles. Esta única molécula que se presenta de una u otra forma, actúa tanto en el cuerpo físico, incluyendo el cerebro y por lo tanto la psiquis, y en cada una de las etapas por las que pasa la formación de un ser humano, especialmente en fase intrauterina, en que la velocidad de cambio es vertiginosa y determinante para todo el edificio posterior. Es entendible, que en tal portentoso escenario, las búsquedas del porqué son barquillos de madera en mares ignotos. Lo que queda claro que todos somos personas, y hoy están las condiciones de desarrollo para que la intuición y la empatía que nos decían desde siempre, que debemos considerarnos iguales unos a otros, avanza, y lo hace más rápido. Todo ello es lo que caracteriza a la universalmente llamada, y llamado, a la “integración”. Tenemos los ejemplos de la integración de la mujer, la discapacidad, las razas, otros animales no humanos, del Medio Ambiente. Nuevas luces de lo que el humano ha sabido desde milenios prácticamente, y lo había expresado en su referencia al universo, en las religiones que realmente son coherentes en confiar en la caridad de Dios, y no ven a sus divinidades como poderes despóticos, y en distintas formas de expresión del conocimiento el saber y la cultura, por su puesto. Con el riesgo de alargarme, creo necesario que muestre los qué dicen el CIE-10 y El DSM-5 que es la Transexualidad en el primero, y la Disforia de Género como lo denomina el segundo bajo la influencia de las polémicas actuales.
CIE-10: Trastornos Mentales y del comportamiento OMS 1993
Clasifica al transexualismo como Trastorno en la Identidad de Género y la divide en la del adulto y la de la infancia. Para la idea de fondo basta con que transcriba la del adulto porque la de la infancia es un ajuste importante pero asociado a esa etapa del desarrollo:
A. “Deseo de vivir y ser aceptado como un miembro del género opuesto, por lo general acompañado por el deseo de modificar mediante métodos hormonales o quirúrgicos el propio cuerpo para hacerlo lo más congruente posible con el género preferido.
B. Presencia de identidad transexual persistente durante al menos dos años
C. No se trata de un síntoma de otro trastorno mental, tal como una esquizofrenia, ni secundario con una anomalía cromosómica. “
Para el DSM-5 de la Asociación Psiquiátrica Americana 2013
La Disforia de Género es dividida en la del niño y en la del adolescente y el adulto. Esta última es la que voy a mostrar, ya que en el cambio registral justamente se va a permitir realizarlo a jóvenes desde los 14 años y a adultos:
“Disforia de género en adolescentes y adultos.
A. Una marcada incongruencia entre el sexo que uno siente o expresa y el que se le asigna, de una duración mínima de seis meses, manifestada por un mínimo de dos de las características siguientes: 1. Una marcada incongruencia entre el sexo que uno siente o expresa y sus caracteres sexuales primarios o secundarios (o en los adolescentes jóvenes, los caracteres sexuales secundarios
previstos).
2. Un fuerte deseo por desprenderse de los caracteres sexuales propios primarios o secundarios, a causa de una marcada incongruencia con el sexo que se siente o se expresa (o en adolescentes jóvenes, un deseo de impedir el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios previstos).
3. Un fuerte deseo por poseer los caracteres sexuales, tanto primarios como secundarios, correspondientes al sexo opuesto.
4. Un fuerte deseo de ser del otro sexo (o de un sexo alternativo distinto del que se le asigna).
5. Un fuerte deseo de ser tratado como del otro sexo (o de un sexo alternativo distinto del que se le asigna).
6. Una fuerte convicción de que uno tiene los sentimientos y reacciones típicos del otro sexo (o de un sexo alternativo distinto del que se le asigna). B. El problema va asociado a un malestar clínicamente significativo o a deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento.” Por supuesto en ninguna de estas clasificaciones la Transexualidad es secundaria a una malformación o cuadro hormonal u orgánico conocido. Ese es problema que lleva a esta polémica. Monseñor Ricardo Ezzati arzobispo católico de Santiago, dijo sobre el cambio registral de nombre: si a un gato le ponemos perro, no por eso deja de ser gato porque hay un problema que es mucho más de fondo, haciendo referencia a que el “nominalismo” era inconducente en este caso. Entiendo su aclaración: que el "nominalismo" es un concepto o una corriente filosófica que pretende poner nombres incorrectos a la realidad como si esto la cambiara. Al pasar, viviendo en un país preferentemente cristiano, y con educación en colegio religioso, conozco bien el nuevo testamento, que es la historia “oficial” de Jesús, y en ninguna parte se refiere a la identidad u orientación sexual que tenía. Quizás no debe importar. Lo mismo el senador de la Unión Demócrata Independiente Juan Antonio Coloma, opinó que el cambio registral era darle más importancia a lo psicológico que a lo físico, que es más evidente supongo, lo interpreto, en el momento de acercarse a la verdad de las cosas. Así son innumerables los que tienen su opinión. Ya lo creo cambiar de nombre, en un “nominalismo” fantasioso e hipócrita, no va a cambiar el desconocimiento y las incertidumbres y enigmas que cabe sobre el transexualismo y la identidad sexual en general. También es verdad, que aceptar que un cuerpo a la vista tenga una anatomía sexual y la persona se permita definirse de otra sexualidad con fundamentos subjetivos psicosociales (psicoemocionales), cuando la vista es un sentido que domina la concepción del mundo en el humano, y es la que le das más sosiego, mientras que lo psíquico se puede percibir con los “sentidos” del alma, que no son “objetivables”, sino netamente subjetivos, hace que todo quede como en el aire y angustia, enrabia, confunde y hace dudar de quien soy yo mismo a algunos. Lo que inclina la balanza hacia estos cambios no es la racionalidad, ni la ciencia, ni la objetividad ni las religiones etc. Es, que estos cambios son parte del fortalecimiento de la integración para que todos puedan realizarse en la vida, una muestra de afecto, empatía, de comprensión. Nunca la vida humana ha sido un paseo por un jardín de certidumbres.