La rebelión de Santiago: Agresividad y desarrollo

Sabado, 19 de octubre de 2019 a las 21:47

Avelino Jiménez Domínguez

Ayer el volcán de la rebelión se activó con fuerza en Santiago. Por 30 pesos que subió el metro se empezó una protesta consistente en evasión del pago, copamiento de las estaciones, y al cuarto día, a la última hora de la semana, el viernes, se expandió y terminó en incendios, saqueos, cierre de la red del metro, sensacionalismo galopante de los medios, exaltación, destrucción, colapso vial, de la locomoción colectiva, incertidumbre, y a las pocas horas, el país modelo de América Latina, donde se dirigen los migrantes ilusionados con sus posibilidades estaba en Estado de Emergencia en su cuidad capital. 

Hago este “socioanálisis” al respecto, tomando conocimientos de la psiquis para aplicarlo a las dinámicas de masa, que no puede faltar por ningún motivo en una política consciente y asertiva, por el beneficio de todos.

El conocimiento de las disciplinas científicas intenta reproducir la naturaleza con la psiquis. Las disciplinas científicas, son diferentes formas de interpretación adquiridas por la curiosidad humana, que va dejando en su contemplación interesada de la naturaleza una de fenomenología del poder. 

En la naturaleza, la persona y el orden social de las comunidades siguen las directrices del universo del que son parte, aunque su conocimiento sea un fragmento mínimo de él. El conocimiento es fruto de la experiencia, y una vida humana tiene una cantidad insignificante de experiencias respecto a la magnitud infinita de las cosas. Hay dimensiones para las que el ser humano ni siquiera tiene sentidos con que percibirlas, aunque ocurran simultáneamente a su existencia.

Somos algo de volcán, de lago apacible, de selva, de desierto, de bestia, de arco iris. Y con toda crudeza, cuando las condiciones para ello se cumplen, surgen malas inspiraciones, que reclutan personas en cruzadas fanáticas, que terminan muchas veces en baños de sangre, cataclismos personales, de pareja, familiares o sociales.

Aceptarlo no es resignarse, ni estar contaminados por la animalidad. Por ser una especie natural –justamente- existe la agresividad (potencialidad de destruir) en nosotros, en el individuo, en la sociedad, y seguirá existiendo. Sin embargo, no es el ejercicio o práctica de la agresividad, que sería la violencia o agresión, sino la sustitución de ella, la indispensable para una convivencia desarrollada, con su consecuencia de bienestar, paz personal y social.

La agresividad es indispensable para la vida, “potencialidad” de destruir, no así su “ejercicio” en la violencia y agresión. La agresividad apoya como hermano gemelo cada paso de vida. Siempre está ahí, aunque no siempre interviene, y cuando lo hace se transforma en violencia o agresión. Nótese que hago una distinción entre agresividad como potencialidad de destruir y su ejercicio: violencia o agresión.

Podemos regular la “violencia o agresión” aunque no podamos suprimir la “agresividad”. Hasta en situaciones poco significativas y habituales de la vida diaria varias veces al día la podemos sentir: elevamos el volumen de la voz, un calor nos recorre el cuerpo, abrimos más los ojos, apretamos las manos, echamos un garabato. 

La agresividad florece como ira para librarnos de los tiranos. Está presente en lo histórico, en lo biográfico: hasta en el sistema inmunológico luchando, ya antes que la medicina intervenga. 

¿Qué relación tiene la agresividad y el desarrollo? 

El desarrollo es paralelo a la sustitución progresiva de la violencia o agresión como medio para la subsistencia. 

Aunque la agresividad es inalienable al ser humano, -por ser parte de su estructura biológica esencial-, es posible hacer innecesario su ejercicio en violencia o agresión: favoreciendo la satisfacción de las necesidades básicas de la existencia y sus símbolos, evitando la frustración, haciendo innecesaria la traducción de la agresividad, en hechos o actos. 

En distintas circunstancias la agresividad es parte de la pasión por vivir, constructora y destructora, cosa distinta es lo que desearíamos o imaginamos al idealizar. Si el amor no estuviera acompañado por la agresividad bastaría la oposición de un dedo para detener la maquinaria de la vida, y antes de crecer todo sucumbiría. Misterios que no comprende el pensamiento lineal del cerebro.

El desprecio por la agresividad, negarla, no refleja los hechos de nuestro mundo, es querer imponer, no comprender, es falso, lo que finalmente es violencia. 

Héroes, próceres, adorados por las naciones, los “superhéroes”, muchos son ejemplos del supuesto buen uso de la agresividad. La agresividad está en los dioses de la guerra de las mitologías, los pueblos y naciones se forman en torno a acontecimientos bélicos que les han dado origen. Las fronteras no son más que la historia de los dibujos de guerra. ¿Habrá una excepción que se salve de eso o, se puede creer que será diferente alguna vez? 

El desarrollo, hace innecesario ejercer la violencia o agresión, para mantener la existencia, regula la agresividad no la elimina. No esperemos que exista desarrollo con ejercer la agresividad: potencialidad destructiva. La agresividad, es para el dominio de una “parte sobre el todo”; aunque a veces al actuar por la parte rescata el todo; otro misterio de nuestro mundo depredador.

El camino auténtico de la no-violencia, es el equilibrio de las necesidades intrínsecas a cada uno. Entonces hay placer, bienestar, amor por las personas cosas y circunstancias. Si hay frustración, una sociedad, un matrimonio, una familia, un equipo, o los países entran en crisis, se activa la agresividad dirigida como violencia o agresión contra los vínculos que los unen recíprocamente, y se produce mutilación de diferentes grados.

La agresividad defiende si las cosas no van bien, y sabemos cuándo las cosas van bien, por emociones de satisfacción que son diferentes a las emociones de la agresividad. 

No es la violencia o agresión la causa de las crisis, sino las crisis cursan con violencia y/o agresión, como es natural. Las causas son las frustraciones, la marginalidad, la enfermedad, la muerte. Lo que sugiere preguntar cuando las convivencias entran en crisis ¿cuál es la frustración, las necesidades insatisfechas? ya se trate de personas, parejas, familias, grupos, comunidades o países. 

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