El despertar de los sonámbulos: la sublevación no sólo es social, también es comunicacional

Martes, 22 de octubre de 2019 a las 14:05

Juan Erick Carrera. Antropólogo

La comunicación de masas es fundamental es todo proceso social, puesto que será parte trascendental en la estructuración de sentidos compartidos que hemos de utilizar como base en la comprensión del mundo. Por ello, no es menor cuestionar como se nos entrega la información, como se nos intenta construir una verdad bajo un discurso de objetividad que en realidad no está alejado de los intereses del poder, y, por consecuencia, hasta donde tenemos la capacidad de elaborar juicios y apreciaciones políticas y valóricas desde dimensiones muchas veces sesgadas de la realidad. Sin embargo, las posibilidades que hoy nos entregan las redes sociales informativas alternativas a los medios de poder constituyen la mejor posibilidad para cuestionar los hechos, hacer traslucir y denunciar todo aquello que atente contra la dignidad humana. Las redes sociales informativas hoy son parte de una sublevación socio-comunicacional que hace frente al monopolio del poder informativo y ha aportado en la construcción de un nuevo individuo crítico. Es un elemento fundamental en el fenómeno de rebelión e indignación social que vivimos actualmente en Chile.

Hoy la sociedad ha demostrado despertar de un sonambulismo que los mantenía validando un sistema que había terminado por institucionalizar los límites de la dignidad humana bajo un discurso totalizador, un falso estado de plenitud, que se pensaba había carcomido hasta el rezago más profundo del espíritu crítico en un país que aún sufre las reminiscencias de la dictadura, pero que al mismo tiempo ha abierto la herida que nos dejó aquella tiranía al sitiar militarmente -hasta ahora- parte del país. 

El remesón que le llegó al Gobierno en un estallido fulminante de disconformidad, de saqueos, protesta y rebelión, es producto de una identidad crítica que poco a poco ha ido erigiéndose a través del desarrollo de una conciencia social que, precisamente, el constructo discursivo de los grandes medios tradicionales, y transnacionales, ha intentado asociar a imágenes de criminalización, falsas situaciones de crisis alimentaria, colas en supermercados, bencineras, etc., intentando bajo una insistencia casi carroñera obtener alguna cuña de victimización, miedo o, como le han llamado algunos ciudadanos, psicosis colectiva. No obstante, no parece funcionar la vieja estrategia comunicacional que pretende construir terror en la población y eso es debido a que esta sublevación social es también una sublevación comunicacional; la revolución de la comunicación crítica de los oprimidos.

Las redes sociales, o más bien los medios informativos no monopolizados, han cumplido un rol fundamental en este fenómeno social, han situado a los individuos en un punto de reflexión contra-discursiva que les permite establecer nuevos márgenes éticos respecto de la realidad, es decir, nuevas posibilidades de discernimiento de acuerdo a la toma de decisiones políticas y sociales. Por ello, no es precisamente el alza tarifaria del Metro el fundamento de esta movilización, sino la acumulación de una verdad crítica sobre un sistema sociopolítico cada vez más desvergonzado que asumió que la sumisión ciudadana ya era parte de una mentalidad cultural, instituida, pero en realidad es una mentalidad que poco a poco ha ido (re)construyéndose a partir de nuevos formatos comunicacionales que relativizan la realidad impuesta por las grandes cadenas, y que, por cierto, distan colosalmente del falso oasis que han pretendido establecer como un hecho elogiable ante la opinión internacional.

Estos días la televisión nos ha inundado con saqueos, supuestos desabastecimientos, chalecos amarillos vecinales, enfrentamientos entre policías y militares contra “vándalos”, etc., o un Gobierno que majaderamente repite que esto es prácticamente una guerra contra una delincuencia organizada que se ha tomado el país. Sin embargo, es sólo a través de las redes sociales donde podemos informarnos respecto de los verdaderos movimientos sociales que están dando forma al fenómeno; como las asambleas sindicales, movilizaciones portuarias, llamados estudiantiles, que, entre otros, naturalmente no se han visto en televisión. También, creamos conciencia respecto de las constantes violaciones a los derechos humanos que implica la militarización, se viralizan imágenes y videos irrefutables sobre acontecimientos absolutamente irracionales, inhumanos, y que, naturalmente, no se han visto en televisión. O bien, se pueden oír otras voces, la de los históricamente silenciados, y que, naturalmente, no se han visto en televisión. Ya todos tenemos cierta conciencia del espectáculo que nos venden los medios tradicionales, pero también tenemos hoy la capacidad de relativizar la verdad, eso por supuesto presenta un problema para las estrategias políticas del terror, del shock, así que no sería de extrañar que medios alternativos intenten ser silenciados. 

El punto es que la alternativa comunicacional que nos han proporcionado las redes sociales (tanto medios no tradicionales como personas) ha contribuido rotundamente a la construcción de una conciencia social crítica que -con toda razón- no cree en la voz de los medios tradicionales como un planteamiento objetivo de la verdad (cosa que deberían cuestionarse profundamente aquellos líderes de opinión periodística que participan en aquellos medios) y ha ido petrificando el reclamo de justicia social para un sistema que ha sido desnudado y que ha manifestado lentamente su lado más oscuro; un abuso sistemático estructurado como base del neoliberalismo que ha regido en Chile durante muchos años. Por ello, el fondo del asunto no son los desmanes, no es el incendio en la estación del Metro, no es una cola en un supermercado, sino que es la legítima indignación de un pueblo que entiende que es necesario mejorar las condiciones de vida de todos aquellos y todas aquellas que construyen el país desde sus bases, es comprender que sin transgresión no hay protesta y que sin sacrificio no hay cambio social.  Es, finalmente, el movimiento de un individuo contra-informado al que se le ha enseñado a cuestionar el discurso absoluto del poder, a cuestionar la institucionalidad hegemónica, y, con ello, de un individuo que ha ido desarrollando una inevitable autoconciencia en una sociedad que ha estructurado su desigualdad en función de la explotación humana.

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