El mandatario está en la mira internacional.
La imagen del Presidente Sebastián Piñera a nivel nacional e internacional está por el suelo. El Mandatario solo tiene un 6% de aprobación, el mínimo histórico en la encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP). Por lo que su figura no ha pasado desapercibida en el continente.
Y así lo reflejó la columna “2019 derribó el mito del gerente presidente” publicada en el New York Times por el politólogo peruano Alberto Vergara, en el que se hace un análisis del “naufragio” de Piñera y otros ex presidentes afines en la región.
“Después del dominio de mandatarios de izquierda en América Latina, tres países de la región viraron a la derecha y eligieron a candidatos-empresarios. Los resultados no han sido favorables”, se detalla en el artículo en alusión a Sebastián Piñera, Mauricio Macri (Argentina) y Pedro Pablo Kuczynski (Perú).
“Por el momento constatemos que el sueño del gobierno de los gerentes era una pesadilla, y el cuento del país como empresa, una bobada”, afirmó el autor, agregando que “la lección que dejan estos proyectos políticos alternativos a la izquierda es que el horno latinoamericano no está para bollos plutocráticos. Lo de la plutocracia es una exageración. Fueron los votos y no el mero dinero quien los instaló en el poder. Pero una vez ahí, las tres presidencias confiaron más en el mundo empresarial que en los ciudadanos”.
Según el columnista, tanto en el caso de Piñera, como en los gobiernos de Argentina y Perú, el error estuvo en que “poblaron el Estado con élites económicas habituadas a burbujas sociales, exhibieron una soberbia gerencial respecto de los problemas que heredaban y, como consecuencia, leyeron erróneamente la marcha política y económica de sus países. Si este combo no constituye la razón última de sus fracasos, al menos ha debilitado la posibilidad de dar continuidad a sus gobiernos y políticas públicas”.
Pero al analizar la situación particular de Piñera, el politólogo destacó el eslogan de “Tiempos mejores” con el que llegó a La Moneda: “Para lograrlo, el gobierno del presidente millonario y los gerentes traería inversiones y empleo”.
“A pesar de haber sufrido movilizaciones masivas de universitarios durante su primer mandato, en el segundo nombró ministro de Educación a un defensor de la educación como bien económico antes que como derecho (N de la R: Gerardo Varela). Algo semejante ocurría en el sector salud (Emilio Santelices). Luego llegó el intento de reforma tributaria con el argumento reaganeano según el cual gravar menos a los ricos redunda en empleo para todos”, señaló.
Y sobre el histórico 18 de octubre, Vergara recordó que “Piñera cenaba en un restaurante exclusivo. Dos días después anunció que Chile estaba en guerra. Su esposa alertó que las protestas eran una suerte de invasión alienígena”.
“A esto siguió una represión estatal con la que, denunció Human Rights Watch, se cometieron graves violaciones de derechos humanos. Como consecuencia, el ministro del Interior, Andrés Chadwick, a la sazón primo hermano de Piñera, renunció al cargo y ha sido acusado constitucionalmente por el Senado”, indicó.
“Piñera fue menos el creador de su desgracia que el representante de una clase dirigente chilena donde la promiscuidad entre intereses políticos y económicos había cocinado a fuego lento el hartazgo popular”, añadió.
Finalmente, Vergara concluyó que “más que el mensaje liberal, han fallado los mensajeros respingados de un liberalismo economicista. Y desconectado. Una consecuencia nociva de la desigualdad es que, desde sus burbujas, las élites latinoamericanas pueden convencerse de que el primer mundo está a la vuelta de la esquina. Aunque el PBI per cápita de sus países sea el de un país de ingresos medios, ellos viven en burbujas con una riqueza propia de los ricos del primer mundo. Desde esa nube, el tránsito al desarrollo parece probable. Y lo peor es que irresponsablemente le venden esa ilusión al país real”.