Claudio Marchant Lastra. Periodista
Día a día nuestra sociedad está siendo brutalmente amenazada con violencia, inmigración ilegal, políticos destemplados que no representan el sentir real del elector, robos, asaltos, maltrato a la autoridad de manera desvergonzada, o el Metro de Santiago que entrego los espacios de sus estaciones al incontrolable mercado ilegal haciéndose cómplice de la evasión de impuestos, de los asaltos y malos tratos a los usuarios, y un gran etcétera. Todo preocupa sobre manera porque inciden en la vida cotidiana de todos.
Después de largas jornadas del diario vivir, idas al trabajo, tiempos infinitos de desplazamiento para cumplir con la obligación laboral o educacional, signo de los nuevos tiempos. Llegar a casa al filo del ocaso del día con la esperanza de sentarse a compartir con la familia irrumpen los noticieros de televisión.
Interminables horas para informar hechos que no ameritan más que breves notas, pero el negocio televisivo es tal que un choque, un robo, un “portonazo”, entre otros hechos policiales, pueden durar veinte minutos o más con una reiteración de culto del periodista en terreno y luego un conductor que vuelve a la carga con más de lo mismo. Son medios que no exigen ninguna educación formal del receptor más allá del conocimiento del lenguaje oficial, señala Heriberto Muraro en Políticos, Periodistas y Ciudadanos.
Esta estructura comunicacional de horas de noticias es parte del negocio publicitario para cumplir con los mismos dueños de los canales y los medios que tienen capturada a la audiencia. Esto influyen de manera significativa en las personas, consumir televisión sin una reflexión ante la pantalla crea ansiedad, incertidumbre y temor hasta para asomarse por la ventana, o lo que es peor, hacer vida comunitaria, por tanto, esto se trata de la importancia que ha adoptado la televisión a la hora de contribuir a la producción de un imaginario social, indica Carlos Ossa en su libro La Pantalla Delirante.
Los noticieros tienen igual libreto y estructura en su entrega informativa, cronometrada para que calcen las tandas publicitarias y si somos rigurosos los canales de televisión informan, en tiempo y forma, de manera idéntica, solo cambia el presentador, que lee sin un análisis que permita al consumidor de televisión formarse una opinión. Las mercancías son ofrecidas como si fueran de interés general ocultando la intencionalidad privada, tratando a su público como si fueran ciudadanos y no consumidores, señala Carlos Ossa en La Pantalla Delirante.
El noticiero típico debería abarca por lo general un período de cinco minutos, destinado a las últimas noticias importantes, señala Fraser Bond en Introducción al Periodismo.
Preocuparse porque hubo siete sillas y luego sacaron dos en el último cambio de gabinete, todos los canales se esforzaron en que esto sea más relevante que el hecho mismo de la asunción de nuevos ministros.
Para este “alargue” o “relleno” noticioso recurren al día del completo, la sopaipilla más grande o las ofertas de Patronato, notas que deberían ser parte de un matinal o programas de fin de semana. “La televisión dejó de informar, empezó a intentar entretener con “pelotuces”, esa es una de las razones por las que yo me niego a ver televisión abierta en Chile. Desde hace muchos años, la televisión dejó de informar y comenzó solo a consignar datos aislados, sensacionalistas y amarillos como si fuera lo central. Yo no tengo ningún interés por esa televisión” reflexiona Juan José Lavín ex conductor de noticias en entrevista de ADN Radio.