Entrevista a Gabriela González, docente universitaria, experta en género, y directora de la Clínica de Atención Psicológica de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
Sea un rockero, un parlamentario, otra celebridad o una persona común y corriente, las alternativas de terapia dedicadas a hombres que practican la violencia de género son variadas a nivel privado e institucional. Sin embargo los expertos creen que ninguna terapia funciona sin un interés auténtico por “deconstruir” las formas más brutales de relacionarse en la vida cotidiana.
Mientras la estadística mundial del informe ONU The World`s Women sindica que una de cada tres mujeres es víctima de violencia, a nivel nacional, el Sernam acredita que las mujeres chilenas agredidas tardan un promedio de siete años en hacer la denuncia respectiva sobre violencia intrafamiliar y otros tipos de agresiones.
La tendencia nacional suma el anuncio que hizo el Ministerio Público de una nueva Unidad Especializada en DD.HH., Violencia de Género y Delitos Sexuales de la Fiscalía Nacional el mismo día que se informaba de la preocupante prevalencia de denuncias por Violencia Intrafamiliar donde Calbuco lidera las muestras. Evidencia de que la violencia de género es una trama profunda dentro de la cultura chilena.
Junto al debate sobre las sanciones penales y sociales para estos violentadores, las familias involucradas de uno y otro lado se preguntan si existe una genuina rehabilitación para estos hombres. Con una mirada en esta perspectiva la psicóloga y docente experta en género Gabriela González cree que esto depende de la formación, la edad y el contexto del sujeto, pero principalmente de su interés en volver a replantearse sus formas de relación social.
Para la experta señales como la funa digital de la ex pareja del popular Tea Time, la polémica rebaja de condena del agresor de Nabila Riffo o los cuestionamientos hacia la candidatura del Diputado Ricardo Rincón, son hechos que acreditan que la violencia de este tipo es “algo transversal generado desde la subjetividad de hombres y mujeres y tremendamente difícil de erradicar”. Por eso, toda vez que las condenas de imputados por violencia de género concluyen con la obligación de asistir a programas de rehabilitación, la duda sobre la efectividad de las terapias, permanece.
“En Chile a nivel público existen programas de rehabilitación para hombres que practican o han practicado la violencia de género, pero pocos de ellos cuentan con una atención psicológica y psicosocial que ofrezca alternativas de tratamiento o de trabajo dedicadas puntualmente para personas que hacen de la violencia una forma de resolución de conflictos o de interacción con los otros”, explica González sobre un asunto complejo. Es decir, para estas personas la interacción brutal con sus parejas es una forma específica de maltrato, parte de un modelo que se repite en sus relaciones de trabajo, la escuela o grupo de amigos, por ejemplo.
“Programas como el de la red de “Centros para hombres que ejercen violencia de pareja” (HEVPA) del Ministerio de la Mujer cuentan con 15 de estas oficinas a lo largo de cada región del país y un protocolo de trabajo con sesiones individuales y grupales tanto para hombres como para mujeres. A las víctimas se les entregan estrategias de contención y de rehabilitación de la mujer, en el caso de los varones no se dedican solamente a “reparar” una visión de mundo deteriorada, sino a deconstruir esas formas de interacción que suelen ser las que validan el ejercicio de la violencia en aspectos cotidianos”, destaca la académica.
Desgraciadamente la iniciativa se enfrenta a largas listas de espera que doblan la cantidad de hombres en tratamiento, lamenta la psicóloga. “Son equipos que hacen su mejor esfuerzo, trabajan de maneras novedosas y plantean estrategias, pero su cobertura es limitada. Estas instancias requieren un tiempo individual, no se trata de cualquier intervención. Debe ser algo donde se problematice la cuestión de la violencia, no es solo una terapia o entrega de una pastilla”, advierte la también directora de la Secretaría de Género de la UAHC.
Hombres antipatriarcales
Otra experiencia desde la sociedad civil para erradicar la violencia de género es el Colectivo Poroto, un grupo autodenominado como “feminista y antipatriarcal”, que desde el 2006 realiza cursos de formación de identidad de género. Consultados sobre la posibilidad de rehabilitar a un hombre que practica la violencia en la pareja, responden de manera también colectiva que “laviolencia, identificada como una forma de aprendida de actuar en sociedad, se puede desmontar. No consideramos el proceso deconstructivo como una conversión final, sino que de un modo de constante cuestionamiento de acuerdo a acciones alternativas. Nuestro saber es ceder, escuchar y no imponernos, estar alerta, conscientes, accesibles a reconocer los errores, pero con ganas de incorporar los aprendizajes y hacerlo mejor que ayer”, señalan. Reiteran que la prevención de éstas prácticas se logra extendiendo nuevos enfoques para los que son necesarios “los lentes del género”.
Gabriela González, también directora de la Clínica de Atención Psicológica de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, abierta a toda la comunidad identifica el problema de la violencia de género como un entramado que felizmente se encuentra en la actualidad con una mayor sensibilización social en las nuevas generaciones. “Los jóvenes son más críticos en el sentido de desarrollar la capacidad de indagar y detectar tempranamente cuando hay abusos de poder en todos los sentidos. Se dan cuenta de que también hay que deconstruir la idea de “lo amoroso” como sinónimo de celos, de posesión y la forma en que se entiende en un contexto sexogenérico”, recomienda.
Mientras, aconseja revisar el propio conjunto de ideas asociadas a la masculinidad. Una especie de autoevaluación en la que se converse con el grupo de amigos o familia, por ejemplo, en busca de este tipo de vicios que suelen ser invisibilizados o relativizados. “La actitud varonil insiste en que se es hombre al mantener a la mujer tranquila, contenta y sin reclamos. Es muy probable que desde lejos los hombres puedan ser muy críticos entre sí cuando un hombre violenta a una mujer, pero en la cercanía es donde se manifiestan otros elementos que legitiman y refuerzan esa posición”, cree la psicóloga.