Otro caso de abuso conmociona a Chile.
A los 18 años Consuelo Gómez entró a las Hermanas del Buen Samaritano en la Región del Maule, donde denuncia que tuvo que atender a sacerdotes acusados de abuso sexual.
Más tarde, le tocó ir a España, donde ahí ella fue la víctima. “El nuncio, sabiendo todo esto, no ha hecho nada, y por eso ya no creo en él”, asegura.
En entrevista con Emol, la ex religiosa contó toda la verdad de lo que ocurrió y de lo que vio al interior de la Iglesia. La congregación la envió a España en el año 2000: “Ahí sí que el trabajo era de verdadera esclava (…) Aquellas novicias a las que no se les asignaban turnos de noche, no tenían derecho a descansar durante la tarde. Tenía que estar, en todo momento, ocupada con una tarea De lo contrario eran retos, retos y más retos”, cuenta. Empezó a tener crisis nerviosas y luego anorexia.
También recuerda que siempre estaban pendientes y que les revisaban, incluso, la ropa interior que usaban. “Por lo mismo había mucho acoso de los sacerdotes, capellanes y directores espirituales, muchas tocaciones indebidas. Se les iban las manos hacia zonas que no debían. Esto pasaba también en Chile, pero en España lo defendían mucho y aceptaban este comportamiento”, relata.
“Yo fui abusada sexualmente por una monja en España, que también era chilena y superior a mí, varias y repetidas veces. Y todos sabían y me hicieron callar. Me hicieron sentir a mí que era culpable de todo. Pero ahora comprendí que esta es una historia que yo viví, que es mía, y que no soy la única”, dice.
También cuenta que, la primera vez que pasó, cuando la religiosa abusó de ella en la pieza que compartían, después de que le sincerara su angustia por lo que estaba viviendo y se pusiera a llorar, tenía asco. “Sentía que me quitaba mi dignidad”, recuerda. Después, los hechos se repitieron. “Cuando yo entraba al baño, ella también lo hacía y cerraba con llaves para luego manosearme. Me forzaba física y psicológicamente a hacer cosas que yo no quería”, agrega.
Ante eso, Consuelo acudió al sacerdote que era el director espiritual del recinto. “También me hizo callar, por lo mismo, porque me dijo que le iban a dar la razón a ella y no a mí, que yo para él era una simple novicia, y yo, por miedo, no sé a qué, pero por miedo, porque estaba lejos de mi familia, me quedé como parapléjica”, dice.
Los últimos años en que vistió sus hábitos fueron los que pasó en la nunciatura, donde fue destinada en 2013. Ya había intentado abandonar la congregación muchas veces: “Me confesaba a los padres y me decían: no le des este tremendo dolor a la madre Irene”.
Respecto a los múltiples casos y denuncias de abuso sexual en que religiosos se ven involucrados Consuelo menciona, como ejemplo, a Javier Cartes, sacerdote de Curicó que fue condenado por la justicia civil a 5 años de pena remitida por abusos a un niño de 12 años, a pesar de que el tribunal eclesiástico lo absolvió.
“A él la Iglesia lo dejó sin hacer misa, pero iba allá y le daba la comunión a los enfermos, celebraba la eucaristía, todo. Y pobre de la que hablara, porque eran capaces de echarla”, asegura. Es una de las cosas que, afirma, no logra comprender.
“Si fue un abusador, ¿cómo lo pueden tener un convento donde hay monjas, donde hay mujeres? No me cabe en la cabeza. ¿Y quiénes los ponían ahí? Venía desde las cabezas de la Iglesia. Por eso, ya que se están destapando cosas, que se destape todo de una vez”, añade.
Redacción: El Desconcierto