El hijo de Manuel Guerrero Ceballos, quien fue asesinado en 1985 en el Caso de los Degollados, no se guardó al silencio y le ha respondido a Erika Olivera, la que lo trató de «resentido» entre sus dichos. Hoy, este es Sociólogo y Profesor Asistente en Bioética y Humanidades Médicas, demostrando que ha seguido adelante con su vida, dejando atrás lo sucedido con su padre.
Anteriormente, hace algún tiempo, el mismo recordó los catorce años que pasaron juntos: «En la vorágine de vida que tuvo, intentaba reservarse ciertos espacios para nosotros. Que no eran del día a día que yo como niño hubiese querido, pero para mí son recuerdos que no terminan nunca. De transmisión de música, el gusto por la literatura, por la naturaleza, por las causas sociales, la ternura, la dulzura, la poesía».
«Una persona que en poco tiempo lograba entregarte muchísimo. Una persona muy cálida. Nosotros lo recordamos como alguien blandito, que olía muy bien. A pesar de que fue tremendamente torturado no generó un bloqueo respecto a su cuerpo, entonces era una persona que tú podías tocar y abrazar y él era de tocar también», destacó hace más de cuatro años.
Ahora, Manuel destacó: «En Chile nada de esto ha sucedido, ni siquiera han colaborado con testimonios que permitan esclarecer los casos, esto es, siguen siendo protagonistas y cómplices activos de los crímenes. Ello muestra lo miserable de sus llamados a ser perdonados y obtener beneficios, cuando como población penal especial y segregada gozan de privilegios que ningún otro de las decenas de miles de presos podría siquiera imaginar para sí».
Este 9 de diciembre, el hijo del asesinado debió soportar otro horrible momento en su vida, proveniente de aquellos que no respetan el dolor en el prójimo. Esta vez fue Erika Olivera quien niega de sus orígenes populares para venderse a la más cruel de las derechas fascistas. Aquella derecha que cree que el dolor de los familiares de los Detenidos Desaparecidos es «resentimiento».
A ello, Manuel respondió: «Lo que haces Erika Olivera no solo muestra tu falta de empatía con quienes sufren, sino que te convierte en parte activa de agresión y daño, re victimizando a quienes no han podido hacer el duelo por la desaparición forzada de sus familiares».