Autor: James Mery Bell. Abogado
En un país convulsionado, es fácil perder el foco del objetivo deseado, en especial cuando la clase política privilegiada está disociada del mundo civil.
Evidentemente estamos en el primer momento de una revolución, en el de la emocionalidad. Todos los procesos históricos tienen una causa que los determina; en Chile es la profunda desigualdad, el abuso y el saqueo de la oligarquía que ha dañado la fe pública.
Nos encontramos en un momento histórico en que la corrupción al interior de las Fuerzas Armadas, el financiamiento ilegal de la política y la dictación de leyes desde grandes corporaciones (ley de pesca- CORPESCA, por ejemplo), ha terminado por sepultar un sistema económico y político que, luego de una desastrosa dictadura militar, trajo disminución de la pobreza, acceso a bienes y servicios, mejorando la capacidad adquisitiva de todos los chilenos, especialmente de las clases mas populares, a costa de un proceso privatizador y depredador de nuestros recursos naturales.
¿Cómo se logró? De una manera en que el amiguismo, la flojera y el aprovechamiento fueron reconocidos como armas para surgir. Cierta banda de delincuentes con títulos universitarios hicieron colapsar la banca nacional, prestándose dinero a precios irrisorios, dinero que jamás fue devuelto a sus legítimos dueños; además, expropiaron las empresas que exitosamente había creado el Estado para luego venderlas, merced a un abyecto compadrazgo, a valores risibles o en cómodas cuotas, donde la producción era el seguro de garantía para pagar la cuota, así como también para enriquecerse.
Estos delincuentes seguidores de Milton Friedman y el neoliberalismo, que es una aplicación a ultranza de la política económica del sur esclavista de Estados Unidos comandado por Jefferson y el general Lee, lograron cuantiosas riquezas gracias a los procesos de privatización. Algunas empresas estatales privatizadas producían electrodomésticos (IRT, Fensa, Mademsa), otras proveían servicios de telecomunicaciones (CTC), habían mineras clave (SOQUIMICH), otras se especializaban en el campo agroalimentario (IANSA), teníamos empresas de servicios sanitarios y de electricidad (CHILECTRA, ENERSIS, ESVAL, EMOS, entre muchas otras).
Sufrimos hasta hoy la depredación de los recursos naturales al costo de ponerlos en jaque: terrenos fértiles, aguas fluviales, riquezas minerales, etc. Para lograr el saqueo era necesario poner un candado jurídico que permitiera hacer de Chile un país retrasado, en que el desarrollo tecnológico e industrial propio no existiera, salvo excepciones honrosas como son algunas PYMES.
De esa forma se crea una nueva Constitución Política en la cual, gracias a las pseudo garantías constitucionales, se salvaguardó un sistema subsidiario en que el privado es quien debe hacerse cargo de los bienes que por derecho le corresponden a todos los chilenos, creándose de esta forma una casta de ricos; otros, en cambio, sonreían hasta con las orejas porque podían adquirir uno o varios televisores, electrodomésticos, viajes, autos; todo a 60 cuotas, con intereses usureros. Hasta que un día, esa clase media se jubiló y se dio cuenta que lo que creía era su dinero, estaba siendo mal administrado.
Otros se dieron cuenta de lo macabro del sistema de salud cuando enfermaron, fueron a clínicas que se construyeron gracias a sus cotizaciones de salud y terminaron mil veces más endeudados. Aumentaron los padecimientos de cáncer, las dolencias cardíacas, las enfermedades psiquiátricas, la mala alimentación provocó obesidad, el estrés fue cortesía de la inseguridad laboral y de la pseudo competitividad y la necesidad imperiosa de tener lo que fuese, al costo que fuese y por los medios que fueren. ¿Qué solución dio el sistema? Suministrar, literalmente, opio: clonazepam, clotiazepam, lamotrigina y pastillas para dormir.
Este sistema creó el esclavo perfecto, emulando ese mundo feliz que en 1932 Aldous Huxley escribiera y que sería la crónica de una muerte anunciada.
Caímos en el engaño. Hoy existen dos clases marcadas, los trabajadores que se hacen llamar en algunos casos pueblo; en otros, clase media y los más delirantes, emprendedores, esos seguidores de Cristo, Buda, Krishna, Mahoma, San Expedito o el profeta que se imaginen, a cambio de aumentar su felicidad y producción de falsa serotonina que los haga creer que no son esclavos.
Es un hecho cierto que las clases dominantes a lo largo de la historia han mantenido en mejores condiciones a cierta parte de la clase dominada; así en la Roma de la esclavitud era común que algunos de los esclavos fueran tratados como hombres libres o que fueran tratados de mejor forma que otros de su misma condición. Pero ese trato similar al del inquilinaje, no quitaba que siguieran siendo esclavos.
Me molesta que la clase media y baja proteja a la pequeña oligarquía ladrona en Chile. Hay muchos emprendedores que tienen sus empresas pequeñas, dan empleo en mi país y protegen un sistema perverso, un sistema de saqueo que impide la libre distribución de los bienes: chilenos y chilenas que con ingenio dan trabajo, producen e industrializan; a diferencia de esos especuladores financieros que han adquirido medios de comunicación, se han hecho cargo de los hipódromos, de nuestra minería, clubes deportivos o que han corroído nuestras tierras plantando pino insigne.
Para que entienda, estimado lector/a, el saqueo que vivió Chile y del que todos aún somos víctimas, lo ejemplificaré a continuación: imaginemos que usted crea una empresa de completos, le obligan a venderla a precio irrisorio, para eso matan a su familia, los torturan o los amedrentan. Ese nuevo dueño, cómplice y autor intelectual de esos crímenes es el que se queda con todo su esfuerzo y dinero.
Eso es lo que ocurrió en Chile. Unos pocos, aprovechando el baño de sangre de la dictadura y su política del Shock, se quedaron con las empresas públicas, dinero de las pensiones y de la salud gracias a los cuales construyeron clínicas y prestaron aquel ingente patrimonio dinerario (perteneciente a la inmensa mayoría de compatriotas) a la banca privada o compraron acciones para que otros se hicieran ricos... Acciones y clínicas, claro está, de las cuales ni usted ni yo somos dueños.
¿Podemos cambiar esta realidad modificando el DL 3500 de fondo de pensiones, el DL 2763 de Salud, la ley de concesiones mineras, la ley de concesiones marítimas, etc.? Tajantemente NO.
Para modificar aquella cruenta realidad, primero debemos derogar los artículos 19 Nº 9, 19 Nº11, 19 Nº18, 19 Nº20, 19 Nº21, 19 Nº22, 19 Nº23, 19 Nº24, 20, 23 y artículo 92, de la Constitución de 1980. Sin modificar, sólo esa parte, créame que se hace imposible mutar alguna ley, puesto que las AFP, las ISAPRES, las Concesiones Martimimas, Mineras y de Agua, son materia de Quorum Calificado, mayoría absoluta, que tiene que ser congruente y coherente con los preceptos constitucionales antes señalados. Dichos preceptos, que recién cité, para ser derogados necesitan un quorum de 2/3. ¿Recuerda la discusión de que 12 son iguales a 24 senadores?
Por eso necesitamos una nueva Constitución, porque sin cambiar lo de arriba, es imposible cambiar leyes de Quorum Calificado, porque contradicen lo preceptuado por nuestra infame Constitución actual.