El coronavirus ante la bipolaridad del siglo XXI: El dragón y el lobo

Viernes, 20 de marzo de 2020 a las 12:32

Por Federico Izaguirre Gallardo, Analista en Políticas y Asuntos Internacionales

Uno de los mayores consensos en este comienzo de la tercera década del siglo consiste en la estructuración del sistema internacional en torno a dos potencias: una hegemónica que busca mantener su posición de regente global como es Estados Unidos, y otra en ascenso, que se ha posicionado comercial y políticamente en el mundo, como China. Si bien, ríos de tinta han corrido intentando asimilar esta bipolaridad con el conflicto ideológico de la guerra fría, el choque entre estas potencias se ha dado en otros ámbitos como el retórico desde la llegada de Trump, pero con un fuerte componente comercial y tecnológico, como se ha visto en los últimos años con la guerra comercial, la carrera por el 5G y finalmente el manejo de del COVID-19.

En este contexto, el mundo hoy se enfrenta a un escenario de una pandemia global en expansión. Como señala el personaje de Games of Thrones, Littlefinger, las crisis son oportunidades, y el ámbito internacional no queda exento de este precepto.  En términos comparados, si bien China ha sido el país más afectado por la enfermedad, tanto en número de infectados como también en las medidas que se tomaron ante la emergencia como fueron las cuarentenas generalizadas, hoy aparentemente lo peor ya pasó. Por otra parte, Estados Unidos aún no vive el peak de contagiados, pero se encuentra en el ojo de la tormenta por la habitual actitud errática de su presidente y por la insuficiencia para el mercado bursátil de las medidas tomadas hasta ahora por la Administración norteamericana y la FED.

En momentos que la comunicación se ha vuelto instantánea y donde las acciones siempre parecen llegar muy lento, las labores de las potencias se han mostrado disímiles. Si bien el manejo inicial de la epidemia por parte de China fue criticado tanto por la demora en reconocer la emergencia como por el silenciamiento del personal de salud que advirtieron la potencial crisis sanitaria, hoy nadie discute la efectividad asiática, excepto Estados Unidos. En términos simbólicos, la construcción (y su transmisión en streaming) del hospital de Wuhan en 10 días, sumado a la contención interna del virus, ha mostrado a Xi Jingping en uno de sus puntos más altos frente al escenario global. 

En el otro extremo del Pacífico, recién hace un par de días Trump admitió que la crisis no está controlada y extremó medidas a nivel nacional, a pesar de que muchos Estados internos ya habían actuado unilateralmente. Luego de semanas de negacionismo y altanería, se decretó Estado de emergencia y otras medidas de prevención mínimas ante la viralidad del brote. Esta semana, anunció que el virus podría durar hasta agosto, lo que aumenta la incertidumbre en los próximos meses norteamericanos, sumado a la fuerte inyección de fondos desde la Casa Blanca para paliar los efectos económicos de la crisis.

Si bien las medidas internas son esenciales para contener y evitar la expansión del CO-VID 19, estos dos Estados juegan un papel indivisible a nivel internacional. Su rol dentro del sistema internacional genera una serie de expectativas y de consecuencias ante sus acciones que pocos países comparten. Es necesario entender que la actual crisis del multilateralismo internacional está en sintonía con las políticas exteriores chinas, pero principalmente norteamericanas.

Hace una semana, entremedio de declaraciones minimizadoras del virus, Trump anunció el cierre de fronteras con Europa (excepto Reino Unido) de manera unilateral, generando pánico tanto en los mercados como de los ciudadanos en pie. Si bien la medida fue replicada por muchos otros Estados, la sorpresa del anuncio y la no comunicación previa con la Unión Europea sigue confirmando que la histórica alianza occidental está en uno de sus puntos más críticos desde antes de la Segunda Guerra Mundial. Sumado a esto, la caracterización de la enfermedad por Pompei como “la fiebre de Wuhan” suma un componente racista al actual conflicto entre potencias, donde se busca confrontar y señalar a China como el responsable de esta catástrofe. No es sorprendente el paso atrás de Estados Unidos en la escena internacional, ya que es una política de Estado desde la llegada de Trump y que cada vez genera más ecos en otras latitudes del mundo (Brasil, Gran Bretaña, etc.).

Por otro lado, China ha aprovechado esta crisis para impulsar su imagen de líder internacional. Una de las primeras medidas fue compartir la información médica disponible con la comunidad internacional publicando rápidamente el mapa genético del virus lo que posibilitó una amplia gama de acciones de cooperación científica. Actualmente anunció la contención de la epidemia en su territorio, en conjunto con un paquete de 20 millones de dólares para la organización mundial de la Salud. Además de esto, se ha constatado el apoyo en cooperación técnica y científica de China hacia países como Argentina, Corea del Sur, España, Italia, Irán, Sri Lanka, Irak y Japón

Inclusive el rol del Sistema de Naciones Unidos muestra este movimiento de influencias. Como todas las instituciones involucradas, la OMS también se encuentra en el centro de la polémica por su manejo internacional de la pandemia. Por lo mismo, existe una necesidad de parte del organismo de mostrar el caso chino de contención como un ejemplo y muestra de esperanza ante un aumento en la gravedad del virus en el mundo occidental, lo que fortalece la posición internacional china.

En un simple ejemplo se puede ver como el ejercicio de este liderazgo internacional es diametralmente opuesto, mientras EE.UU. sube la recompensa monetaria de científicos que estén investigando el CO-VID en otros países para que emigren a su territorio, China despliega uno de los mayores planes de cooperación sanitaria global de la historia. El colapso civilizatorio europeo, que llega en forma de pandemia, demuestra que las crisis migratorias, el ascenso de los nacionalismos y el Brexit solo eran condimentos para una combinación explosiva que la deja a merced del mejor postor internacional, al igual que en 1945. Mientras esta crisis se profundiza, Estados Unidos sigue fomentando su postura de lobo solitario mientras el dragón asiático cada día aumenta su influencia no solo en Europa, sino en el resto del planeta.

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