Por Sebastián Bastias Arias, Licenciado en Historia, Magister Ciencias Políticas, Doctor Filosofía.
“Además de ser variados, los cambios institucionales pueden ocurrir lentamente, en el curso de varios ciclos electorales, o suceder en unos pocos años. Sin embargo, es posible identificar que prácticamente todos los líderes autocráticos hicieron presión sobre los medios de comunicación, es decir aumentaron la censura o la autocensura. Las estrategias para reducir la rendición de cuentas horizontal son más complejas y variadas, pero su objetivo es siempre similar: reducir la capacidad de otras instituciones estatales para escudriñar las acciones del líder”. Melis Gulboy.
Uno de los cuestionamientos centrales dentro de los análisis sociales, y probablemente un conflicto permanente en todas las ciencias, es la dificultad por observar los fenómenos que suceden “frente a sus ojos”, ya sea por subjetividad del observador o por la cercanía del fenómeno. En otras palabras ningún observador puede ser lo suficientemente objetivo, o el mismo observador se encuentra bajo la influencia de algún factor que altera su observación; “su propia posición frente al fenómeno”, diría Ortega y Gasset. No quisiera profundizar mucho en este tema, gran conflicto permanente en la filosofía de las Ciencias, sino utilizarlo como una suerte de marco teórico que pudiese servir de “introducción” a una pregunta que rondaba mi cabeza varios días; “¿En que se está convirtiendo este Gobierno?”. Mi pregunta no era una divagación teórica general sobre “el gobierno” en sí, como tampoco desde un punto de vista administrativo, sino tan sólo “saber” si existía algún concepto o definición de aquellos gobiernos que, sin ser una dictadura, y dentro de los mecanismos democráticos – tensionándolos-, habían buscado ampliar su esfera de poder interviniendo otros poderes del Estado y ampliando el uso discrecional de la fuerza “legitima” a pesar de la falta de legitimidad ciudadana.
Mi cuestionamiento no era el determinar si lo que estamos viviendo hoy en Chile es una dictadura o no, dándolo por descartado ante evidencias de que sigue funcionando el aparato democrático en gran medida, sino “saber” si es posible definir ese “estadio” donde existen retrocesos democráticos evidentes –más aun post 18 de octubre-, a la par de una disminución de la legitimidad del Ejecutivo que apela a la legalidad para auto conferirse mayores atribuciones.
Proceso silencioso donde los actos “micro” –funeral de Bernardino Piñera, compra en la Vinoteca, fotos en la Plaza Baquedano, licitación gourmet para La Moneda-, y los actos “macro”: en plena pandemia de COVID-19 y bajo Estado de Excepción Constitucional se ha dado urgencia a proyectos como la Ley de Inteligencia, aumentando la participación de las Fuerzas Armadas; se han adjudicación licitaciones para tecnología de reconocimiento facial; mayores atribuciones a la seguridad municipal, , como el control de identidad –inconstitucional-, y todo esto sumado a la militarización de La Araucanía. ¿Qué es esto? Lo primero que debemos señalar es que, desde un plano estrictamente político, estamos ante una “disminución” de la democracia que, sumado a la falta de legitimidad ciudadana hacia estas decisiones, pone en entredicho a la institucionalidad democrática en el uso de la fuerza bajo el riesgo que se convierta en mera “violencia”. Lo segundo es que no teniendo el ejecutivo, el mismo que se busca robustecer, ningún tipo de coherencia moral en sus actos no “suscita” ningún tipo de autoridad fundada en algún tipo de ética política o algo parecido sino todo lo contrario, no es ejemplo de “lo que se debe ser” volviendo el componente moral del Gobierno en vacío.
¿Bajo estas condiciones es posible una salida posible? Soñamos con ser Nueva Zelanda, pero en ese país gran parte de nuestra clase política no podría siquiera postular a ser autoridad, o simplemente estaría tras las rejas. En Chile no, porque la escisión de la política y la moral es absoluta. Mismo abismo que existe entre quien busca ser legitimo apelando a la legalidad, o quien busca ser autoridad sin moral alguna. El problema es que eso sí es posible ahí donde la ley no lo impide, o donde incluso la autoridad esta fuera de la ley, o donde tiene la posibilidad de hacer incoherentes entramados para que, en el filo, o con la venia de alguna institución sea posible por medios legales o legislativos aquello que, objetivamente, tan sólo debilita la democracia. El fenómeno no lo observamos del todo, quizás mucho tiempo acostumbrados o derrotados ante una consolidación democrática que cada vez parece más el haber sido por secretaría o inercia, normalizando nuestra carencias democráticas con un “en la medida de lo posible” cuasi perpetuo, sin jamás poner en entredicho lo que habíamos determinado, o habían determinado, que era la democracia “consolidada”.
No vemos el fenómeno, quizás demasiado cerca, quizás por el hecho que somos parte de él. Pero el concepto sí existía y había sido estudiado en el mundo, calzando perfectamente con el proceso que hoy vivimos políticamente en Chile; un Ejecutivo que busca aumentar sus atribuciones por medio –o forzando- la institucionalidad vigente mientras su legitimidad social disminuye y la efervescencia social no deja de crecer. El concepto si existía, “gobierno autocrático”, y tiene las siguientes características de acuerdo a diferentes autores; “el Poder Ejecutivo se vuelven una amenaza autocrática cuando para mantenerse en el poder intentan restringir libertades, así como debilitar sistemas de control políticos y administrativos (…)Además, los cambios institucionales que llevan a la expansión del Poder Ejecutivo se tienen que legitimar «democráticamente” -nos señala la politóloga turca Melis Gulboy- no dejando de extrañar las similitudes con lo que sucede en nuestro país, especialmente luego del anuncio de crear un grupo inconstitucional para revisar la constitucionalidad de lo que emane del Congreso. Para Nancy Bermeo -“On Democratic Backsliding”- estos procesos de “autocracias” pueden ser descritos como “ampliación del Poder Ejecutivo y erosión gradual de los controles, lo cual impide la posibilidad de desafiar al líder desde la oposición”. ¿Cuál oposición? Broma aparte, el problema es que no es broma, y calza perfecto con nuestro caso, una oposición sin capacidad alguna de ser articuladora de algún tipo de contrapeso a un Gobierno que se auto arroga mayores atribuciones.
Entonces tenemos que señalar, a suerte de síntesis no dialéctica, que el “gobierno autocrático” es; un intento del Ejecutivo de ampliar su poder, por vías “institucionales”, a la par de una disminución de los sistemas de contrapesos y libertades políticas. Creo que me convence para definir en lo que hoy se ha convertido Chile; un intento de “autocracia”, y en pleno estallido social. Incluso, y continuando con los estudios de “gobierno autocrático” con respecto a su actuar; aumentan el control oficial sobre los medios de comunicación (forzando cambios en el mercado de medios), cambian las reglas electorales y criminalizan la oposición (en una escala que se extiende desde acusaciones de difamación hasta procesos por terrorismo). Sí, me suena a mi país.
Al menos ya tengo una definición, lamentablemente calza y se corrobora hoy en Chile, transitamos lentamente hacia la autocracia y “no lo vimos venir” hasta la situación actual donde es imposible no sentir que existe plena correspondencia con su definición. Pero felizmente luego de descubrir “lo que somos”, y esa es una gracia de la definición conceptual, es que “algo podemos hacer con ella” ahora que “sabemos que es”.
¿Cuál es el futuro de las autocracias? “La mayoría de los gobernantes que intentaron aumentar y extender su poder debilitando el control que ejercen los otros poderes del Estado, la oposición y la sociedad civil, terminaron perdiéndolo; debido a derrotas electorales o porque se vieron forzados a renunciar. O sea, no se convirtieron, o no pudieron convertirse, en autócratas”. Al menos existirían buenas noticias para la democracia en el horizonte, nos dicen los expertos, el problema es “mientras qué hacemos”, ahora que sabemos que lo que sucede frente a nuestros ojos se llama Gobierno Autocrático y la democracia está, potencialmente, en riesgo.