Romina Onel, periodista y magister en Comunicación Política.
Cuando el Presidente Gabriel Boric asumió el cargo con el que lo honró el pueblo de Chile, dio un emotivo discurso en el que nos convocaba a querernos y a cuidar de este nuevo Gobierno entre todos. Y no es necesario saber leer entre líneas para comprender que con esta petición se refería directamente a la campaña de terror con que la derecha trataría de desestimar la gestión de este nuevo Gobierno, tal y como lo ha hecho con la Convención Constituyente.
Por eso, no sorprende a nadie que las encuestas indiquen que ha aumentado la desaprobación por la gestión del Presidente y la aprobación del rechazo para el plebiscito de salida.
Y aunque confieso que me emocioné hasta las lágrimas con este discurso y que su estampa me recordó a ratos al compañero Presidente Salvador Allende, también es importante reconocer que hace falta más que palabras para que las cosas cambien.
Lo cierto es que además de un discurso poderoso, necesitamos acciones que le demuestren a las personas que están escuchando que no están solas, que no serán los únicos cuidadores y defensores de un Gobierno que los seguirá postergando tal como lo hicieron otros en el pasado reciente, todo esto, mientras se les seduce con lindas palabras. Porque después de todo, todos deberíamos recordar que son estas personas las que votan, son ellas las que sostienen la democracia, aunque no sean ellas quienes cortan el queque al final del día.
Con esto no estoy diciendo que no crea en las promesas de nuestro joven mandatario, le creo, porque quiero y necesito hacerlo, sobre todo en estos tiempos en los que poco a poco, se comienza a oler el humo de las barricadas que al parecer aún no terminan de apagarse.
No es mi intención ser pájaro de mal agüero con esto, pero estamos metidos en una olla a presión, en la que la temperatura comienza a calentarse, y en ese escenario, es muy difícil pedirle comprensión y paciencia a un pueblo que día a día se enfrenta a una inflación brutal, al desempleo, sumado a la incertidumbre que conlleva la pandemia y el escenario mundial, además de la escalada de violencia delictual que se observa en las calles y en la comunidad escolar.
En esto, es crucial que quienes fueron elegidos por el pueblo, efectivamente representen su sentir, y entiendan que hoy más que nunca necesitamos confiar en este Gobierno, pero para eso deben demostrarnos que elegimos bien, que hicimos más que derrotar una amenaza ultraderechista, sino que también elegimos a las personas que le abrirán la puerta a una nueva forma de gobernar este largo y angosto país.
Hoy por hoy, esa es la única manera de combatir el discurso del miedo y la típica caza de brujas con la que la derecha acostumbra derrumbar los proyectos que no le son serviles, y la que muy probablemente podría terminar en un nuevo estallido social, que no solo dejaría en el suelo la aprobación de este Gobierno, sino que además enterraría por largo tiempo a cualquier corriente de izquierda o independiente que intente mejorar las cosas para los de abajo.
Es urgente que desde el Gobierno se deje de poner tanto énfasis en los pokemones, los memes y los tuits, y se empiece a dar soluciones concretas, sobre todo en dos grandes temáticas, en las que nadie está dispuesto a transar, que son el ingreso económico y la seguridad pública, variantes que están íntimamente ligadas, ya que cuando falta la primera, también empieza a faltar la segunda.
En este punto, haremos bien en recordar que la chispa que encendió el fuego del estallido social del 2019 fue un alza de 30 pesos en los pasajes del metro, solo eso se necesitó para despertar la bestia que dormía al alero de la injusticia social y su violencia sistémica. Y aunque se entiende que una democracia saludable, pasa por pactar y sentarse con todos los actores políticos en la mesa, es imperativo que el Presidente y compañía tengan la valentía de golpear la mesa cuando se debe.
Ante esto, solo me queda agregar que, sin caer en populismos, ni post-verdades, la mejor política comunicacional siempre serán los hechos comprobables. Y para empezar, la mejor forma de demostrarle al pueblo de que tiene un Gobierno dispuesto a cuidarlo, es ponerle un freno a la ambición desatada de los grandes empresarios, -quienes son los únicos que ganan en los momentos de crisis-, regular esta alza descarnada de precios y aumentar los tributos a los más ricos.