Avelino Jiménez Domínguez
Lo primero es aclarar qué es “Fake History”, explicar por qué inventó este concepto. Al igual que se dice fake news que se entiende como noticias falsas, fake history, es en este caso, una “historia falsa”: La teoría del patriarcado es una historia falsa.
El hombre y la mujer son suplementarios en los sexual reproductivo y complementarios en lo social. Esto significa que, en los sexual, lo que se llama también trabajo reproductivo, cada género se diferencia del otro de tal forma que lo que uno hace desde el punto de vista biológico no lo hace el otro; no lo puede hacer el otro. Y que los sexos son complementarios en lo social, significa, que ambos suman sus capacidades (colaboran) para construir las acciones que constituyen a la comunidad en general.
El trabajo reproductivo. El hombre y la mujer son modelos biológicos humanos que cumplen funciones marcadamente diferentes en el trabajo reproductivo, muy difícilmente modificables. Hay aspectos modificables por supuesto, pero me estoy refiriendo a lo que distingue a uno del otro de manera inmodificable, y determina que el trabajo en la reproducción de la especie sea evidente, y notablemente mayor en la mujer: hembra humana.
En ella es en quien existe la anatomía, con sus órganos, que va a hacer posible la fecundación dentro de su cuerpo, la gestación, el parto, el amamantamiento, y la continuación proyectada de estas etapas, -instintivas y biológicas- en la crianza. El vínculo de la madre con el hijo es simbiótico, es decir: cuando hay dos sujetos y la sobrevida de uno de ellos depende absolutamente del otro. Solamente con las madres los seres humanos tienen un vínculo simbiótico, no así con el padre. De hecho, durante las primeras etapas de la vida la madre y el hijo no se diferencian; porque en el óvulo fecundado, primer paso del nacimiento de una persona, lo mismo en otras etapas iniciales de la vida, la madre y el hijo no se diferencian. Avanzando la gestación, el parto el amamantamiento y la crianza, se produce un proceso progresivo de autonomización del nuevo sujeto; a través del tiempo. Que para muchas madres es un tiempo que emocionalmente nunca termina excepto con su propia muerte, y para algunos hijos ni siquiera termina emocionalmente con la muerte de la madre; aunque la simbiosis propiamente se haya acabado con el parto.
Para esto la mujer está estructuralmente determinada. Posee, por ejemplo, la anatomía, con los órganos correspondientes: ovarios, ciclo sexual, óvulos, útero, vagina, glándulas mamarias, centros nerviosos cerebrales asociados con las funciones que estos órganos van a cumplir, emociones, hormonas, conductas, y todo el conjunto de reacciones fisiológicas que hacen esto posible.
El hombre posee un trabajo reproductivo muchísimo menor, más restringido y acotado. Que se reduce prácticamente a la producción de espermios, y a la eyaculación que permite la fecundación del óvulo. Enmarcado dentro del instinto sexual, una dimensión del enamoramiento. Para eso también tienen la anatomía, los órganos, que en este caso serían los testículos, que producen los espermios, los centros cerebrales, las emociones, las hormonas, la conducta correspondiente a; y nada más. Apenas el hombre eyacula cumple su trabajo reproductivo, suplementario; suplementario recordemos que es aquello que hace uno de los sexos y no hace el otro. Todo lo que pudiera ser agregado en el hombre, macho humano, en relación con la reproducción o la crianza no tiene un fundamento como para que se le pueda exigir en la misma proporción que la mujer; o se pueda esperar de él como una conducta instintiva, sino más bien como una conducta social. No es justo, por inconsistente, pedirle a un sujeto que no tiene una estructura biológica para una función que realice esa función. El desarrollo de esto último lo dejamos pendiente porque demandaría importante desarrollo. El hombre va a reducirse, diciéndolo de manera sintética, para tener una interpretación práctica, a poseer mujeres para eyacularlas, es su trabajo reproductivo biológico esencial. De lo que derivan muchas de sus características psicológicas y sociales archiconocidas.
De ahí que se generen dos inserciones en la realidad, a través de la evolución, de esta especie mamífera que somos. El mundo que llamo “endofamiliar”, relacionado con la mujer, que tiene que ver con todo el gran trabajo reproductivo de ella, que se proyecta sobre la vida completa de los hijos y, el mundo “exofamiliar”, que tiene que ver con el reducido trabajo reproductivo que tiene el hombre; de ambos depende la continuidad o desaparición de una especie, es bueno recordarlo.
En consecuencia, la mujer, como hembra humana, es absorbida, por este instinto reproductivo, que es uno de los dos instintos que sostienen la existencia. Puesto que, el primer instinto sería sobrevivir el individuo, e inmediatamente está el otro instinto que sostiene la especie, que es la reproducción. Entonces no se pueden eludir ninguno, no son secundarios, no son optativos.
Este instinto que absorbe a la mujer en el enamoramiento, que es reproductivo, ocupa toda su vida, puesto que, terminado el periodo fértil, la mujer habitualmente termina su existencia, cumple el ciclo de vida; ahora no se nota por el progreso que ha alargado el promedio de vida de los seres humanos. Mientras que el hombre no es absorbido por su trabajo reproductivo porque está muy simplificado: poseer y eyacular. Así la mujer mientras no había control de natalidad, anticonceptivos eficientes, la mayoría del tiempo de su vida estaba dedicado a la continuidad de embarazos a los que estaba expuesta en su maduración sexual. Y siendo cada embarazo una relación simbiótica, toda su esencia como persona estaba invertida intensamente ahí.
Mientras que en el hombre su pasión estaba en eyacular hembras. Luego de aquello quedaba liberado en forma natural para hacer otras cosas, y eso es el mundo exofamiliar del hombre; exofamiliar en cuanto marginal al núcleo de crianza. A través de miles y miles de años las cualidades suplementarias de los sexos siguen iguales, -no las complementarias o sociales-. A través de los años el ser masculino fue construyendo el fruto de su hacer inspirado por el impulso principal que tiene, que es el de sobrevivencia por supuesto, y allí se encuentran todas las luchas de poder y de defenza de otros animales y distintas especies y entre los humanos: guerras, negocios, fenómenos y desgracias naturales etc. Y por otro lado el segundo impulso, irrefrenable, y fundamental, que le da el sentido en cuanto persona, y a la especie, que es la capacidad de su vida sexual, el amor, o sea de la sobrevivencia de los humanos a través de mantener la reproducción de individuos en el tiempo.
Entonces, en este mundo exofamiliar del hombre que es al que se entregaba luego que satisfacía de manera sencilla su trabajo reproductivo, hasta hoy día, le fue posible ocuparse en otras actividades, condicionado evidentemente por su vínculo con la mujer que, además, es la que le da el sustento afectivo principal a su vida y su historia. No los hijos. O podríamos decirlo de otra manera, más general y quizás con menos flancos de debate: su pasión por la mujer. La pasión por las mujeres equivale en el hombre, a la pasión de las mujeres por el hijo. Sin que esto signifique que la mujer no tiene pasión por el hombre, en cuanto a tendencia sexual fundamental, ni que el hombre carezca de una tendencia de amor hacia los hijos, que luego se proyecta a lo social, en forma de solidaridad, empatía.
La relación entre el hombre y la mujer en su devenir de miles de años, como estoy relatando, solo podría desenvolverse en el marco del condicionamiento invariable que cada uno trae, biológicamente, y se articula, en lo que he resumido como suplementario en lo reproductivo y complementario en los social. Es decir, cada uno hace lo que es propio en lo sexual, reproducción de la especie, y, colaboran en aquellas capacidades que los dos tienen en los social. En una dinámica que tiene, a veces dramáticamente, de miel y de hiel, como corresponde a una columna vertebral del humano y de muchas especies.
La teoría del patriarcado disocia, esta unidad natural, con una interpretación que desprestigia, desvaloriza y ofende la función masculina, con una visión idealizada pero antojadiza de la relación sistémica de los dos géneros. Puesto que, en eso que llamé más arriba el mundo exofamiliar, en el que termina naturalmente el sujeto masculino, se dio la oportunidad que creara la mayor parte de lo que no es reproductivo: la religión, la ciencia, la filosofía, la tecnología, la ética, las profesiones y un largo etcétera. Y siendo que para el género masculino la principal pasión en que encuentra el sentido a la vida es la mujer, el norte siempre fue enriquecer una existencia que la pone en el centro de su corazón; satisfacerla, con estos descubrimientos que encuentra, busca, e inventa al abocarse a una actividad espontanea. Que tienen el destino de servir a toda la sociedad, esencialmente a la mujer, de impresionarla, quien es para el sujeto masculino la que determina si su existencia, en tanto individuo y también especie histórica que sobrevive, es completa de sentido o no, si vale la pena vivirla o no. Es decir, el hombre, en cuanto macho humano, siempre está determinado por el impulso de la sobrevivencia de la especie, ya dijimos que el otro es el de la sobrevivencia individual. Lo que es lo mismo que decir que para el hombre la mujer es norte e inspiración constante.
Entonces, llego un momento en que estos productos exofamiliares, de origen esencialmente masculinos, por ende, produjeron algunos cambios que modificaron sustancialmente, revolucionariamente, aquí vale notablemente el término, el trabajo reproductivo de la mujer. La que ya no fue presa de su condición biológica como hembra que tiene una relación simbiótica con la cría y, que además, no puede parar el tren de embarazos, que es consecuencia de su sentimiento del acercamiento al hombre que finalmente llevaba a la gestación de un hijo tras otro.
Llegó un momento, en que se pudo controlar de forma efectiva la natalidad, y por lo tanto bajó la carga del trabajo reproductivo de la mujer, le dio tiempo existencialmente libre, progresivamente similar al que había tenido hasta ese momento el hombre en forma natural. Y por otro, la misma tecnología, que creo el hombre, hizo posible que una serie de acciones sociales que ya no son dimisiones sobre la sexualidad como es el caso del control de la natalidad, se pudieran realizar también por mujeres, no solamente por hombres con mayor fuerza física y por un tiempo determinado. Es decir, las mujeres ganaron en quedar al alcance de actividades típicamente hasta una fecha realizadas por hombres, porque estaban capacitados por ejemplo ya dije por la fuerza, su creación y práctica por miles de años que lo deben haber ido cambiando evolutivamente a él también inevitablemente: las guerras, la dedicación al conocimiento y demaces.
Estos dos elementos: tecnología productiva y control de natalidad efectiva, frutos del mundo exofamiliar, alcanzados progresivamente no hace muchos años, fueron iconos evolutivos sobre los que la mujer entonces migra desde el mundo endofamiliar hacia el exofamiliar, que ya tenía creado y desarrollado el hombre, y entra en este ámbito nuevo a protagonizar lo que antes ya conociera de espectadora. Si el hombre se demoró miles de años en crear la formalidad de la cultura en -todas sus proyecciones nombradas- en lo exofamiliar, no se puede, deducir a priori que la mujer en apenas unos cientos de años estaría en los mismos rendimientos que el protagonista original y creador de esa realidad, obvio.
Sin embargo, el proceso de igualación entre los sexos, desde el punto de vista de la complementariedad en los social, ha estado desarrollándose. Las mujeres han ganado en poco tiempo, no miles de años, la conquista de la posibilidad creciente de desenvolverse, de trabajar, en aquellas actividades que eran propias de los hombres en su mundo creado por ellos.
El problema del patriarcado es que es una tesis que considera la relación suplementaria y complementaria entre los sexos una especie de abuso, de los hombres. No la consecuencia natural de las condiciones de las distintas etapas por las que ha pasado la relación entre los sexos. Se salta el hecho de que la mujer tiene, necesariamente que habilitarse, aprender, adquirir condiciones que el hombre ya tiene, para pretender igualarse en calidad en estos campos que fueron masculinos. En los campos netamente masculinos; no en aquellos que la mujer por sí misma posee más poderosos que el hombre.
Desde la teoría interpretativa del patriarcado se pretende reemplazar el proceso de aprendizaje y capacitación evolutivos de la equidad de los sexos, por un acto político, por un golpe de poder a través de esta fake history, que presenta al hombre como un esclavista respecto a la mujer. Y propone entonces la “paridad”, saltándose lo esencial de todo el argumento anterior, creyendo, o queriendo creer no lo sé, que la igualdad y la equidad son fenómenos matemáticos, de proporcionalidad numérica: la mitad de los hombres y la mitad de las mujeres. No como que fuera algo asociado a alcanzar una meta de bienestar, de habilitación, de aprendizaje, de funcionamiento, de desarrollo, donde todos somos efectivamente iguales; no “unas “más iguales que “otros”.
Sin diferencias en oportunidades al realizar tareas, a las que tenemos derecho, siempre y cuando estemos en condiciones de hacerlo, y que nuestras ambiciones por realizarlas no se conviertan en despotismos o abusos, y que se perjudiquen o disminuyan las potencialidades sociales generales, lo que sería en ese caso netamente regresivo, desde el punto de vista del desarrollo; y también desde el punto de vista ético y estratégico.
A esto me refiero al llamar la hipótesis del patriarcado como una fake history. Que se ha usado para que este momento de la historia de la relación entre los sexos se distinga por ser el periodo de “la represión de lo masculino”. Ha llevado a la propuesta regresiva de la paridad, que es regresiva en la medida que habiendo la comunidad humana general avanzado en el principio ético de que: el desarrollo es la sustitución progresiva de la violencia o la agresión como medio de la satisfacción de las necesidades de la existencia, vuelve a la obtención de beneficios y ventajas por la agresividad y la violencia, reviviéndola ahora como violencia y agresión contra uno de los sexos. Disparando desencuentro a la fuente de sentido más inspiradora de la vida y llave maestra de la felicidad: la relación entre hombre y mujer. Claro, es una palanca para mejorar las cosas y apurarlas en favor de un sector de la comunidad que tiene sufrimientos, todos los tenemos, pero hay caminos más consonantes a la altura del momento evolutivo en el que supuestamente nos encontramos; prefiero esto último.