Por: Hernán Montecinos. Escritor-ensayista. Valparaíso
Chile tiene la derecha más retrógrada de toda la región, así como también la izquierda más pusilánime y desaprensiva. Esa ha sido la impronta pos gobierno de Salvador Allende. Por eso, cuando la revolución de los ricos sigue su curso, tenemos la responsabilidad de preguntarnos cuál es la salida que puede dar al traste con esta situación. Por lo mismo, lo que tenemos que hacer es romper el maleficio político que nos ha llevado a esta secular postración. No podemos seguir focalizados, en derrotar a la derecha para, acto seguido, hacer del recambio un acto que sirva para instalar en el poder a una izquierda palaciega.
Estamos en plena lucha de clases, el capitalismo del siglo XXI, ha llegado a su punto cúlmine con el neo liberalismo y sus afanes puramente especulativos y mercantilistas de todo lo que existe en el mundo. Chile no ha sido excepción a este fenómeno, al contrario, se ha destacado como punto cúlmine de ello, si lo comparamos con otros países de la región. Para mal de males, nada indica que nuestros esfuerzos puedan tener éxito, si seguimos atrincherados en una oposición al modelo cada vez más débil y que nunca ha podido ofrecer algo más allá de los, eslóganes y simples escarceos publicitarios.
La lógica de la dominación, a caballo con la especulación es el ADN que la derecha nos ha impuesto, sin que al parecer el pseudo progresismo en el poder, haya tenido la intención ni, menos, la voluntad de cuestionar dicho paradigma. Al contrario, más bien se ha acomodado a dicha lógica. Por tanto, ha seguido prevaleciendo en nuestro país una minoría prepotente sobre una mayoría sometida, por cierto, todo esto con la inestimable ayuda de la superstición del voto, cuya inutilidad hemos comprobado durante decenas de años.
Algunos han tenido la sutileza de advertirme, que votar sirve, citando el ejemplo cuando aventamos a Pinochet de La Moneda. Y si bien eso es cierto, también lo es, que aquello fue posible dentro de un contexto bien específico, una coyuntura política favorable, tanto nacional como internacional. Sin embargo, una golondrina no hace verano. Después de eso, el voto en nuestro país sólo ha servido para avalar y reproducir los vicios e injusticias que se desprenden del sistema institucional y político que dejó la dictadura.
En definitiva, no se trata de apostillar al voto en sí, como mecanismo que sirva para elegir a nuestros representantes. Eso está fuera de toda duda. Sin embargo, pierde efectividad cuando el voto deja de ser vehículo para transmitir nuestros anhelos de cambios que es algo muy distinto de los puros ajustes y reformas. No es misterio, en las actuales condiciones políticas, que el votar se ha convertido en un puro ritual, al no producir los efectos que de suyo natural el pueblo le atribuye al voto. En este cuadro, el voto y las elecciones se han deslegitimado y descredibilizado. Peor aún, el voto se ha convertido en un elemento de distracción, un vehículo para cazar incautos. Un proceso que se repite cada dos años, para bien administrar los privilegios del poder económico y político vigentes.
Así, aunque la pseudo izquierda saque más representantes, todo seguirá igual, seguiremos viviendo en un sistema de derechas. En efecto, las Fuerzas Armadas seguirán siendo de derecha, igual los directorios de las AFPs, Isapres, bancos y financieras. También los dueños de Malls, Supermercados y cadenas farmacéuticas, así como también, las empresas concesionarias de carreteras. La educación seguirá con su lucro a cuestas, así como el agua potable – caso único en el mundo- seguirá siendo propiedad privada. La energía los minerales, los bosques, y peces seguirán siendo entregados a las multinacionales o empresarios criollos , todos sus dueños, por cierto, de derechas. En la salud seguirán habiendo clínicas para ricos y consultorios para los pobres. Incluso, hasta las cárceles han sido concesionadas a empresarios particulares. Prensa, radio y televisión, seguirán vertiendo sus mentiras, al compás de las instrucciones de sus dueños, todos ellos de derecha. Así, un suma y sigue, en un largo etc. de puras derechas. En este ir y venir tirando todo para el lado de la derecha, es probable, que en esta locura, al sistema se le ocurra concesionar las comisarías y hasta la misma Moneda. Por si fuera poco, Los Tribunales Superiores de Justicia, han seguido con esa práctica histórica que le ha sido muy propia, lleno de tribunos venales y clasistas conformado por un complejo tinglado en que la mayoría de estos tribunos, para variar, también son de derechas.
Entonces, ¿De qué es dueño el pueblo? No hay donde perderse: de sus puras ilusiones. Para eso tiene los programas de farándula, los matinales, el fútbol, los realities, el Festival de Viña del Mar, los Malls, las tarjetas de créditos, los carretes, y la ilusión de que somos dueños de esta tierra a través del espejismo de las elecciones. La religión como opio del pueblo, advertido por Carlos Marx, ha sido reemplazado hoy por estos nuevos opios.
¡Dejad que los votos se acerquen a mí! Parece ser la consigna de los candidatos. Cada cual prometiendo lo que siempre prometen y nunca cumplen Una historia repetida hasta el hartazgo, y sin embargo, todavía hay quienes ilusamente se siguen creyendo el cuento de hadas del voto y las elecciones. No se han dado cuenta que en Chile el pueblo “no elige”, sólo “vota” que es cosa bien distinta. Vota por aquellos que ya vienen “designados”, entre cuatro paredes por una reducida elite política cada vez más corrupta, políticamente hablando. Así el sistema electoral nos ha convertido en borregos, impregnados, al decir de Nietzsche, por la docilidad del “espíritu de rebaño”
Un misterio envuelto en un enigma. Extraño caso de cómo los menos, explotadores, obtienen autorización de los más, explotados, para vivir a su costa.. Nadie que ignore esto podrá desvelar la intriga que encierra “la ley de votaciones”, centro y motor que les permite mantener nuestra servidumbre voluntaria. La beligerancia caníbal de una derecha anti democrática y el cortoplacismo baldío de una izquierda sin ideología ni ética, explican el porqué ocurre este raro fenómeno, pero no el cómo lo toleramos
Es la dictadura perfecta, –nos dice Felipe Portales, porque no se nota a primera vista, e incluso se nos aparece como democrática. Sin embargo, La realidad es muy diferente, porque seguimos siendo, estructuralmente, el mismo país que dejó la dictadura, con la misma Constitución apenas retocada en mínimas formas. La Concertación, a caballo de la derecha, legitimó el sistema económico y social existente. Un país con un quiebre social profundo, favorecida por el manejo de los mercenarios medios de comunicación, altamente concentrados, que tienen un efecto embrutecedor debido a la descarada difusión de imágenes y mitos falsos. Lo patético de todo esto es, que la Concertación legitimó, consolidó y profundizó aún el sistema refundacional de la dictadura
Podemos concluir que el sistema político chileno vive una crisis que no puede resolverse dentro de los sistemas que nos han impuesto, votando y eligiendo un candidato u otro. Apostamos, a dejar en evidencia que la mayoría de Chile no se siente representado por los partidos existentes bajo el amparo del sistema electoral pinochetista. Creemos que dejar en evidencia la grave crisis de legitimidad sería un gran tapa bocas político a los propios actores enquistados en el sistema. Recordarles que cada vez somos más aquellos que rechazamos un sistema de elecciones que sólo ha servido para avalar y consolidar las posiciones de dominio de quienes descaradamente nos siguen sometiendo.
Sobre el punto, a no olvidar que el voto es uno de los principales elementos que sirven de sostén a los principios fundacionalistas de la democracia, En efecto, se soslaya que la práctica de los actos eleccionarios, para que vayan a correlato con sus supuestos teóricos más proclamado, exige la expresión del ejercicio de la “voluntad libre” del ciudadano elector; esto es, una voluntad que no sea ni inducida, ni coercionada, ni menos condicionada ni tampoco manipulada.
Sabemos, por experiencia de años, que los supuestos de libre elección atribuibles a la democracia no se cumplen en la mayoría de los países del mundo. La apologización de la democracia, a la que recurre frecuentemente la clase política contemporánea, no tiene más sentido que inscribirla dentro de aquel contexto intelectual que se ha plegado a las concepciones liberales de hacer política, esto es, orientada a preservar el poder en el ámbito de una elite minoritaria y clasista. Un plegamiento que valora la vida política sólo como una asociación meramente instrumental, cegándose ante la esencial importancia de la participación ciudadana activa en la vida pública.
Por eso, cabe preguntarse hoy, si la implementación práctica de la democracia puramente representativa, ha estado en consonancia con sus fundamentos más proclamados. Porque cuando se proclama la libertad y ejercicio democrático, esto es, sufragio universal, elecciones libres, libertad de palabra, de prensa y de pensamiento, todo ello no son más que bellas palabras para ocultar y enmascarar una realidad distinta. Más aún, cuando nuestras constituciones parten del supuesto de la soberanía popular, ésta no es más que una de las grandes abstracciones. Porque, ¿de qué poder popular se puede estar hablando cuando el pueblo sólo es convocado a votar en las elecciones, pero en la práctica no administra la riqueza social ni participa de un modo directo y decisivo en la gestión y administración de los asuntos públicos y la economía?
Lenin escribía en su época: “Decidir una vez cada cierto número de años que miembros de la clase dominante han de oprimir y aplastar al pueblo en el parlamento: he aquí la verdadera esencia del parlamentarismo burgués.” Y no deja de tener razón cuando examinamos a los miembros de nuestro parlamento: una élite política minoritaria clasista, remitida casi exclusivamente a profesionales y empresarios. Se excluyen a vastos sectores sociales de las instancias del poder político (obreros, campesinos, dirigentes sindicales, pueblos originarios, dueñas de casa, jubilados, minusválidos, etc.). Incluso, en países desarrollados se repite el mismo canon…. porque, ¿qué diferencia puede haber en EEUU entre el partido Republicano y el Demócrata? Allí, no existen opciones que sean diferentes como expresión de lo que debe ser en sí la posibilidad democrática. El bipartidismo en EEUU, no va más allá de ser un mero mecanismo electoral, Como bien se dice, no hay nada más parecido a un demócrta en EEUU que un republicano.
De otra parte, al imponer a los ciudadanos los mismos valores, las mismas tendencias culturales, las mismas ideas políticas, el mismo tipo de consumo, las modas, los gustos, etc., éstos se mostrarán incapaces de elegir cualquier cosa por sí mismos. Zbigniew Brzezinski, razona al respecto: “En la sociedad tecnotrónica, el rumbo al parecer lo marcará la suma del apoyo individual de millones de ciudadanos incoordinados que caerán fácilmente dentro del radio de acción de personalidades magnéticas y atractivas, quienes explotarán de modo efectivo, las técnicas más recientes de comunicación para manipular las emociones y controlar la razón”.
Esta reflexión revela la realidad actual en que vivimos. Ello se debe a que la democracia, en su actual modalidad y fase, contiene todos los elementos para dar curso al ejercicio de la manipulación. Manipulación no tomado como un término del todo cerrado, sino más bien como un concepto asociado a la idea de que la ambigüedad en lo humano, como realidad ontológica que lleva sobre sí el hombre, es volcado en favor de tal o cual proyecto, o tal o cual acción, sin que el sujeto se de cuenta de ello. Por tal, una decisión que aparenta ser libre, no es sino la expresión de condicionamientos inducidos que actúan desde el lado de afuera hacia los subconscientes hasta terminar por minar las resistencias más estoicas. Sin embargo, reconocer la manipulación contraría la conciencia de la adultez y, por tanto, tal posibilidad, aunque sea un dato de la realidad, tiende a ser negado, fundamentalmente, por aquellos mismos que son manipulados.
En este mismo orden, Aldous Huxley explicaba los signos vitales de la contradicción del régimen llamado democrático describiendo la campaña electoral de 1956 en los siguiente términos: “…Están movilizados y puestos en función todos los recursos de la psicología y de las ciencias sociales. Representantes minuciosamente seleccionados de entre los electores se someten a entrevistas en profundidad. Estas entrevistas revelan temores y deseos subconscientes que prevalecen en la sociedad en el momento de las elecciones. Frases e imágenes orientadas a debilitar o, si es necesario, reforzar estos temores y satisfacer estos deseos, son seleccionados por los peritos; se prueban en los electores y en los auditorios, y se perfeccionan a la luz de la información obtenida de este modo. Después de eso, se desenvuelve la campaña política en las masas. Lo que se necesita ahora es dinero y un candidato que parezca “sincero”. En estas condiciones, los principios políticos y los planes de acción específica pierden la mayor parte de su importancia. La personalidad del candidato y el modo en que es presentado por los expertos son las cosas que determinan realmente el éxito”
Podemos concluir, entonces, que la democracia no se ha cumplido ni realizado. Porque una democracia que se recubre de eufemismos, por más que quiera, no es ni puede ser democracia. De nada valdrán democracias tuteladas, transitadas, restringidas, autoritarias, o de cualquier otro título. En este sentido no debemos llamarnos a engaño, pues, si reconocemos que en ningún país del mundo la democracia se ha aproximado a su último estado de cristalización, en América Latina, a partir de ese punto nos encontramos sumamente atrasados. Lo dicho, por cuanto la democracia de nuestros pueblos ha tenido una evolución desdichada, regresiva, por más que se bautice a sí misma de avanzada. Y no podría ser de otro modo, cuando hoy día nos gobiernan personalidades que no son elegidas ni por sus principios ni por sus ideas, sino más bien, porque han logrado penetrar en los subconscientes después de agotadores bombardeos publicitarios y un buen juego de marketing. Es decir, elegidos de la misma manera como se elige cualquier producto en el supermercado.
Por último, en todas las elecciones han habido votos nulos, blancos y abstenciones. Sin embargo esos votos quedaban encerrados en la intimidad de nuestras propias conciencias y, por tal, nadie las tomaba en cuenta, era sólo un número, no producían ningún efecto político. En esta ocasión, esa íntima decisión dejará de perderse en la pura individualidad, para pasar a constituir un hecho político social de envergadura, a lo menos, así lo esperamos los que esta vez VAMOS A VOTAR NULO. Si esto sucediera así, sería un buen comienzo para empezar a construir algo nuevo, no importando que comencemos desde cero.