Vivimos en un mundo complejo y lleno de cambios disruptivos que nos exigen adaptarnos y modificar constantemente el rumbo para satisfacer las necesidades de la población que permitan mejorar su calidad de vida. Y si de retos se trata, la industria alimentaria es hoy una de las más desafiantes, con una creciente demanda por productos más saludables cuya elaboración impacte de manera positiva en el medioambiente y las personas. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), estima que para cubrir dicha demanda en 2050, la agricultura tendrá que producir casi un 50% más de alimentos y forraje de los que producía el 2012, algo que debe complementarse con una mayor capacidad de evitar la pérdida de alimentos y desarrollo de nuevas fuentes de proteínas y nutrientes.
Por otra parte, la crisis climática nos impulsa a adoptar modelos circulares que aborden los desafíos actuales, como el uso sostenible del agua dulce, un recurso vital amenazado por la sequía y fundamental para la agricultura. Es crucial implementar tecnologías y métodos eficientes que promuevan su conservación y buen uso, así como prácticas operativas responsables dentro de las comunidades donde se ubican las plantaciones. Este enfoque también se extiende a sectores como la industria, la minería y la explotación forestal, donde la responsabilidad social ya no es solo un eslogan, sino un compromiso genuino con el bienestar comunitario que se ha vuelto indispensable.
Este ecosistema, al encontrarse completamente interconectado e interrelacionado, presenta desafíos adicionales para las empresas, lo que requiere nuevas soluciones y enfoques que pueden no existir o no estar disponibles. En este contexto, la innovación surge como un proceso clave que transforma y optimiza los métodos existentes
Si una solución no existe, debemos crearla y poder escalarla, y para ello es fundamental contar con una base científico-tecnológica sólida capaz de ser transferida a la sociedad. Esta base nos permite encontrar respuestas a problemas que actualmente carecen de solución, incluso en el ámbito de las startups. Únicamente a través de la investigación científica y la innovación podemos desarrollar propuestas de manera sostenible, beneficiando directamente el bienestar y la salud de las personas. La otra parte crucial de la ecuación es la colaboración dentro del ecosistema. Por eso es vital fomentar una vinculación fluida entre diversos actores, como el Estado, las empresas, las organizaciones de la sociedad civil y la academia, entre otros. Esta colaboración facilita que aquellos con conocimientos puedan interactuar con quienes requieren de ellos, transformando ese conocimiento en productos y servicios dirigidos a las personas.
Ese flujo constante es lo que podríamos definir como 'alimentar la innovación' y para que ocurra, es primordial entender que esta relación no surge de manera espontánea. Estamos hablando de culturas diferentes que necesitan de articuladores capaces de generar puentes y concretar nexos de manera neutral y eficaz.
Similar a los seres vivos, cada una de estas comunidades debe nutrirse, con sus miembros sustentándose unos de otros para alcanzar el siguiente nivel. La industria, por sí sola, carece del conocimiento científico generado en las universidades, mientras que estas últimas pueden tener los mejores equipos de investigación, pero si sus resultados no se convierten en productos comercializables, permanecerán encerrados en sus laboratorios.
Alimentar la innovación implica potenciar cada sector de forma permanente para que, al igual que los niños, puedan crecer de manera saludable. La base y el motor de todo este proceso radican en las necesidades existentes en la sociedad, que requieren medidas urgentes para mejorar la calidad de vida y permitir que las personas expresen su pleno potencial ¿Cómo nutrimos a una población creciente? ¿Cómo compatibilizamos esa demanda con los recursos limitados? ¿Cómo aumentamos la reutilización y el reciclaje? ¿Cómo utilizamos el agua en zonas cada vez más áridas? ¿Cómo creamos más programas y fondos para fomentar la innovación entre empresas, startups y universidades? Todas estas interrogantes exigen un esfuerzo conjunto para nutrir mejor las grandes soluciones.