Una intrincada trama de misterio y acusaciones envuelve el fallecimiento del joven farmacéutico Francisco Albornoz, cuyo cuerpo fue descubierto en una quebrada de San Fernando, en la Región de O’Higgins. En el centro de esta sombría investigación se encuentran dos figuras: el chef José "Kai" Baeza y el médico ecuatoriano Christian González, ambos señalados como imputados en este inquietante caso. La detención de Baeza se concretó en su residencia de Colchagua, también en O'Higgins, lo que añade un elemento de conexión geográfica a la tragedia.
La versión de los hechos proporcionada por el médico Christian González ha arrojado una luz crucial sobre el caso, apuntando directamente al chef "Kai" Baeza como la persona que tomó la decisión de trasladar el cuerpo de Francisco Albornoz. Según González, la víctima habría perdido la vida en su departamento de Ñuñoa. Esta declaración cobra especial relevancia al considerar que la zona donde se halló el cadáver era, curiosamente, conocida por Baeza. González, por su parte, sostiene que simplemente siguió instrucciones para llegar al inhóspito lugar donde el cuerpo de Albornoz fue finalmente ocultado, lo que sugiere una dinámica de jerarquía en el macabro plan.
Mientras la investigación avanza, nuevas perspectivas emergen, arrojando sombras sobre la personalidad del chef. Un tío de José Baeza, hermano de su abuela fallecida, compartió un testimonio anónimo pero revelador con el matinal "Contigo en la mañana". Describió a su sobrino como alguien "agrandado", con quien no tenía trato desde hacía años. "Se creía grande. En Facebook siempre decía que andaba en Dubai, que iba a comprar una tele en Santiago de cien millones de pesos; todo era agrandado", afirmó el adulto mayor, pintando un retrato de ostentación y autoimportancia que contrasta con la gravedad de las acusaciones actuales.
Más detalles de los imputados por el crimen de Francisco Albornoz
El testimonio del tío profundizó aún más en la compleja relación de Baeza con su entorno familiar, revelando aspectos inquietantes de su carácter. El hombre sugirió que el chef "no quería" a su madre y que "hacía lo que quería en su casa, se portaba mal, todo lo que hacía en su casa, lo hacía con mala intención". Estas declaraciones sugieren un patrón de comportamiento problemático que va más allá del crimen en sí, indicando una posible falta de empatía o respeto por los demás, incluso dentro de su propio hogar.
La imagen de José Baeza se oscureció aún más con el relato de su tío sobre el trato que el chef le dio a su abuela antes de su fallecimiento. "Con la abuela este cabro se portó muy mal. Ella falleció", lamentó el familiar. La frialdad con la que Baeza comunicó la muerte de su propia abuela fue particularmente impactante: "El último día, cuando yo estaba tomando té, me dijo ‘oye tío, tu hermana falleció’, y hacía así con el dedo (movimiento horizontal con el índice en el cuello)". A esto se sumó la desgarradora descripción del tío sobre las circunstancias del entierro, afirmando que su hermana fue "echada al cajón con el puro pijama" y que él no sabía "dónde la botaron", con Baeza siendo el único encargado de todos los trámites. Este testimonio pinta un cuadro perturbador de desapego y control, añadiendo un elemento de crueldad a la ya trágica narrativa.