En pleno centro de CABA, donde el ritmo de la ciudad late más fuerte y los transeúntes caminan entre librerías, teatros y cafés históricos, se encuentra una joya gastronómica que es parte del alma de Buenos Aires: Pizzería La Americana. Con más de 90 años de historia, este clásico de la ciudad no solo resiste el paso del tiempo, sino que se reinventa sin perder su esencia. Ubicada estratégicamente sobre la transitada Avenida Callao, a pasos del Congreso Nacional y rodeada de hoteles y centros culturales, se ha convertido en una parada obligada para turistas y locales por igual desde hace un largo tiempo.
El título de “La reina de las empanadas” no le queda grande. Basta con entrar y ver la vitrina humeante para entender por qué. Las empanadas, famosas en toda la ciudad, se exhiben como joyas comestibles: carne picante, jamón y queso, humita, pollo, roquefort, capresse, verdura... y así sigue la lista. Todas hechas con una masa inconfundible, dorada y crujiente por fuera, con un relleno jugoso y sabroso que logra un equilibrio perfecto. Y si uno quiere algo más contundente, la pizza al molde, alta, rebosante de queso y con ese toque casero que remite a la infancia, es una apuesta segura.
Sabores que trascienden generaciones
La experiencia en La Americana es versátil. Podés pedir “al paso”, como hacen muchos oficinistas o turistas con agenda ajustada: una empanada, tarta, calzone, o porción de pizza caliente en la barra, con un vaso de gaseosa o cerveza bien fría. Pero también está la opción de sentarse en su amplio salón, con mesas siempre en movimiento, atendidas con una rapidez y amabilidad que sorprende. Allí se respira un ambiente clásico, sin pretensiones, donde la comida es la protagonista y el bullicio se vuelve parte del encanto.
Uno de los aspectos que más llama la atención en La Americana es la calidez de su atención. Entre los nombres que se destacan está David, siempre atento y con una sonrisa lista para cumplir con su polifuncionalidad diaria; Hernán, recomendando las mejores combinaciones según el apetito del día; y Enrique, que se mueve con soltura entre las mesas como quien cuida su propia casa. Ellos, junto con un extenso y comprometido equipo de mozos y cocineros, hacen que la experiencia sea mucho más que gastronómica: es humana.
Una pizzería con mucha historia
Durante mi visita, después de una caminata por el cercano Teatro San Martín y una pasada por los puntos más turísticos a pocos pasos, decidí hacer una pausa en La Americana. Pedí una empanada criolla, una de jamón y queso, otra de roquefort y jamón, y una de pollo. A eso le agregamos luego algunas de las variedades más solicitadas de sus pizzas. El sabor, la textura y la presentación fueron impecables. Pero lo que más me quedó fue esa sensación de estar en un lugar con historia, donde cada receta tiene décadas de perfeccionamiento y cada empleado parece contar con su propia anécdota sobre el restaurante.
Y es que 90 años no se cumplen todos los días. La Americana no solo ha sobrevivido a crisis económicas, cambios de generaciones y modas gastronómicas pasajeras, sino que lo ha hecho manteniéndose fiel a su identidad. Es un lugar donde se cruzan estudiantes, ejecutivos, turistas japoneses y abuelos que vienen desde hace décadas. Todos encuentran allí un sabor conocido, un trato familiar y una energía que solo los verdaderos clásicos pueden transmitir.
Visitar Pizzería La Americana es, en cierta forma, hacer turismo emocional en Buenos Aires. Es comer como se comía antes, sin complicaciones, con sabores reales, y al mismo tiempo sentir el pulso moderno de una ciudad vibrante. Si alguna vez pasan por Callao y ven una fila de gente esperando en la puerta, no lo duden: quédense. Lo que viene vale cada minuto de espera.