La fuerza de la unidad (por el Chile que aún nos debemos) A 32 años del Plebiscito de 1988

Lunes, 05 de octubre de 2020 a las 14:11

Por Ana María Gazmuri y Pablo Padilla.

En momentos en que se debate intensamente acerca de la unidad y sus alcances, es bueno recordar cómo la conmemoración de los 30 años del No en 2018 reunió a un amplio espectro de actores sociales y políticos que se coordinaron para recordar la instancia. Bajo la unidad como imperativo, la instancia fue un ejercicio que arrojó unas cuantas lecciones que no han perdido actualidad.

Hace casi dos años en estos días le dábamos los retoques finales a la organización y al guión con el que se recordarían los 30 años del triunfo del No en el plebiscito de 1988. Este trabajo colectivo fue abierto y unitario; quizás uno de los empeños más amplios llevados hasta la fecha. Nos atrevemos a decir que incluso más diverso que el mismísimo comando del No original.

Y no fue fácil. Reunir personas de un espectro tan variado nos puso, por supuesto, más bien en un plano de confrontar diferencias previo a encontrar acuerdos. Sindicatos, organizaciones sociales, estudiantiles, barriales y vecinales, junto a partidos políticos, fundaciones y personas de variado origen, se coordinaron para recordar el triunfo del No. Dentro de esta enorme diversidad, hubo un primer acuerdo central que guió y ordenó el trabajo de organización y de escritura del guión: el acto no sería una celebración. Y es que para muchos de los involucrados, y pasados ya 30 años desde el acto plebiscitario, era claro que no era mucho lo que había que celebrar. Recordando la consigna del Estallido Social, (“no son 30 pesos, son 30 años”, claramente en esa coordinación de organizaciones y personas ya latían los ecos de lo que se inflamó en octubre de 2019. Por eso, y rescatando en parte la iconografía de 30 años antes, el acto se llamó “Por el Chile que aún NOs debemos, la fuerza de la unidad”. 

Otra decisión trascendente fue que el guión del acto se construiría a partir de una labor colectiva. Si bien la edición y redacción quedó en manos de una persona (el escritor Pablo Padilla Rubio), la “materia prima” del texto serían los testimonios recogidos de personas comunes y corrientes, que contarían en primera persona su visión del Plebiscito. Y no sólo de quienes vivieron el histórico momento, sino de quienes han tenido que lidiar con las consecuencias, por lo que también se recogió el sentir de las nuevas generaciones. Todas esas voces hablaron a través de actrices y actores que llevaron la conducción, bajo el liderazgo de Ana María Gazmuri e Ignacio Achurra, entre otros reconocidos nombres de la escena nacional.

El proceso no fue fácil. Abundantes discusiones, enfrentamientos y discrepancias, ásperas incluso, marcaron la construcción de este relato. Y es bueno que así haya sido. Porque, más allá de que sólo se trataba de un libreto, el esfuerzo de concordar visiones para contar una historia a 30 años de ocurrida, fue un potente ejercicio de debate que debería servir como mínimo ejemplo de lo que hoy se vive, de cara a una serie de Plebiscitos y definiciones electorales, quizás tanto o más importantes que el de 1988. Se puede construir un relato coherente aún partiendo desde las diferencias más profundas, si lo que nos une es más importante que lo que nos separa. Esa es la “fuerza de la unidad”. Y lo que nos unió, y hoy nos sigue uniendo, es el deseo de construir por fin un Chile solidario, digno, justo y equitativo. Un Chile vivible, un Chile de esperanza, amor y entrega.

En el anecdotario de este acto conmemorativo quedarán las extensas reuniones de coordinación y debate, muchas de ellas realizadas en la Corporación Miles, liderada en ese entonces por la socióloga Claudia Dides. En ellas se tuvo la oportunidad, por ejemplo, de que ex ministros de la Concertación fueran confrontados cara a cara por estudiantes víctimas del CAE. O que tuvieran que conocer de voz de la gente, los efectos de las malas políticas urbanas y habitacionales aplicadas durante estos 30 años. Nos consta que en esas circunstancias, hubo personas que, habiendo ocupado posiciones de poder durante años, se enfrentaron por primera vez con un Chile real, donde las consecuencias de malas políticas públicas se saldaron en vidas degradadas. Muchas de esas ex autoridades tomaron buena nota de lo allí aprendido.

Discusiones tremendas, pero siempre respetuosas, permitieron encontrar un hilo común en un mar de diferencias. Entre el extremo de decir “no hay nada que celebrar” hasta el otro donde sólo primaba “la medida de lo posible”, finalmente se construyó un texto potente. En él no sólo se recordó un momento histórico de alta trascendencia, sino que se le miró y juzgó con la perspectiva de los años. En definitiva, se trataba de saber que si bien en 1988 triunfó el NO a Pinochet, en el camino quedaron un montón de otros “No” pendientes, y que nos seguimos debiendo. No al abuso, no a la impunidad, no a la desigualdad, no a la violencia policial, no a la discriminación, y el listado es largo y sigue creciendo.

Por todo lo anterior, quienes fuimos parte del acto de conmemoración de hace 2 años, vimos en el Estallido Social de 2019 la expresión incontrolable de todo lo que latía en ese evento, su libreto, su organización y, sobre todo, en la visión aportada desde la realidad por las cientos de organizaciones que participaron en él. Nos queda quizás la pequeña tarea pendiente de publicar el guión completo, con la lista de participantes colectivos e individuales, no por inflar el ego, sino que para dejar en claro que la unidad es posible para construir un relato común. Lección más que importante en los tiempos que se viven hoy.

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