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En el siglo XXI, gobernar es distribuir

Miércoles, 15 de noviembre de 2017 a las 17:54
Por Mauricio Vargas, Presidente del Partido Pirata. En una entrevista realizada el día 25 de octubre en el programa Estación Moneda, Alejandro Guillier señaló que el Frente Amplio tenía su mirada puesta en el siglo XX, advirtiendo sobre la necesidad de mirar al siglo XXI junto a los cambios económico-políticos que se están sucediendo y lo que eso significa en relación a las oportunidades de emprendimiento, nuevas formas de participación ciudadana y construcción de alianzas políticas. No es frecuente que políticos nacionales propongan temas a más de 15 años plazo, de modo que aprovecho la oportunidad para destacar algunos elementos que vale la pena tener en mente al plantear alternativas políticas para enfrentar lo que viene para Chile. El Senador Guillier señaló correctamente que hoy la economía se basa en la creatividad, en el conocimiento; sin embargo, olvidó mencionar que esto lo sabemos desde hace más de tres décadas, y que tanto la oligarquía como los administradores del Estado fueron incapaces de preparar nuestra sociedad para incorporarse adecuada y oportunamente a esta nueva fase económica. Refiriéndose a las oportunidades que han abierto estos cambios económicos, Guillier mencionó el posicionamiento que ha alcanzado Chile como destino para el turismo de naturaleza. Sin duda existe un gran espacio donde realizar cambios que permitan beneficiar a la sociedad con esta industria; desde ya, que la educación escolar garantice la adquisición de una segunda y tercera lengua (inglés por lo menos). También se requiere apoyar el desarrollo y profesionalización de las escuelas de turismo y gastronomía, así como otras tantas intervenciones que pongan al turismo como una real alternativa en el imaginario laboral de los y las jóvenes urbanos y rurales del país. Tal vez, uno de los desafíos más importantes que enfrentamos es reformar curricular y metodológicamente la educación, con el objetivo de adquirir los conocimientos y competencias que permitan a la mayor parte de la población incorporarse en este escenario económico-productivo. Ya no basta con fomentar el desarrollo de las matemáticas y el análisis abstracto, sino también el conocimiento de nuestra historia y geografía, del arte y la cultura local, de la psicología humana y social, así como otros saberes que han estado al margen de los conocimiento requeridos en la economía del siglo XX, serán fundamentales para que Chile pueda crear y ofrecer productos y servicios con alto valor agregado en el mercado de las experiencias (subjetivas). Además del desarrollo de las competencias personales, se deben articular ecosistemas productivos que encadenen la creación de valor en torno a industrias del conocimiento, como el turismo y tecnología. Lo que hace imperativo desconcentrar la economía, fortaleciendo y orientando el desarrollo de pymes y cooperativas, ya que la evidencia muestra que el modelo del gigantismo corporativo no resulta eficiente en responder ágilmente a demandas y tendencias que cambian a un ritmo mucho más acelerado. Si observamos los veinte primeros lugares del listado de las grandes fortunas que entrega la revista Forbes, destacan los dueños de empresas relacionadas con las tecnologías y comunicaciones. No sucede lo mismo con las mayores fortunas nacionales, las que se basan en la economía de los siglos XIX y XX (principalmente extractivas, financieras y de comercio). Es urgente que Codelco junto a Corfo se constituyan en el motor de la inversión en desarrollo científico y tecnológico local, mediante programas destinados a la creación de proveedores de tecnología para la minería nacional y mundial. Obviamente, nuestras ventajas comparativas no van por el lado del desarrollo del hardware, pero si hay un gran nicho para el desarrollo de software (conocimiento empaquetado), que permita disminuir la dependencia de herramientas extranjeras. La desconcentración del aparato productivo, la desconcentración de la creación y distribución de la riqueza, junto a los cambios sociales impuestos por los valores que subyacen en la economía del conocimiento, deben ir acompañados de cambios en la participación política y la toma de decisiones de interés social. Tanto el centralismo como la representatividad deben dar paso a un sistema político participativo, responsable y vinculante, donde los ciudadanos tengan real injerencia en las políticas que afectan su vida. La democracia del siglo XXI no puede seguir siendo el bastión de una casta que administra el país para unos pocos ricos que son dueños de todo (o casi todo, “que no es lo mismo, pero es igual”). La sociedad del conocimiento nos ofrece, al menos potencialmente, múltiples herramientas de información, que complementadas con metodologías de consulta y decisión colectivas se muestran más eficientes y menos corruptibles para conseguir distribuir el poder político, permitiendo a las organizaciones sociales de base ser realmente quienes ejercen la soberanía. Esta posibilidad debe conducirnos rápidamente a la democratización interna de nuestros partidos políticos, que en la práctica se han transformado en aparatos de soporte para las decisiones tomadas por un pequeño grupo de ciudadanos. Transitar desde la democracia representativa, propia de los siglos XIX y XX, a una democracia participativa y directa es simplemente actualizarnos a las necesidades y posibilidades del siglo XXI. Si pensamos los cambios para construir un Chile que se diferencie de lo que ha sido durante los siglos XIX y el XX, es imposible omitir discusiones que nos permitan responder si Chile seguirá siendo propiedad del 1% más rico de la población o si la actividad política se mantendrá como privilegio de una casta que administra el país para ese mismo 1%. También debemos resolver acaso continuaremos enfrentando la situación en el Wallmapu como en el siglo XIX o nos abriremos a un proceso que conduzca a la autonomía y descolonización para un Chile plurinacional. Resultará crucial superar la cultura de un Estado centralista y represor, para avanzar en la construcción de una sociedad que se define desde sí misma, desde la ciudadanía. Y una última pregunta, aunque no menos importante: ¿cuándo comenzaremos a planificar el Siglo XXII? Por lo tanto, respondiendo al planteamiento del Senador y candidato Guillier, creo que cualquier propuesta de gobierno que esté pensando en el siglo XXI, como la que se ha construido en el proceso programático del Frente Amplio, debe implicar la desconcentración de la riqueza y el poder. En este siglo, gobernar es distribuir
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